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Recordaba la obscura selva con su pradillo solitario, y el amor y la angustia de que había sido testigo; y el tronco mohoso del árbol donde, sentados, asidos de las manos, mezclaron sus tristes y apasionadas palabras al murmullo melancólico del arroyuelo. ¡Cuán profundo conocimiento adquirieron entonces de lo que eran en realidad uno y otro! ¿Y era éste el mismo hombre?

¡Cómo! ¿desde tan alto? ¡Pero eso es imposible! Pues creedme, Catalina respondió el aya ; así que me encontré sola en mi cuarto, con la prueba inestimable sobre mi corazón, me fué imposible tener un momento de reposo. Temblaba, el sudor de la angustia corría por mi cuerpo.

Desnoyers percibió, efectivamente, un crepitamiento lejano en el que no se había fijado hasta entonces. Experimentó una sensación de angustia al pensar que su hijo estaba allí, donde sonaba la fusilería. Se le aparecieron con todo el relieve de la realidad los peligros que le rodeaban diariamente. ¿Si moriría en aquellos momentos, antes de que él pudiese verle?...

Gemía con honda angustia, y el enfermo creyó oír las mismas expresiones de remordimiento que otras veces había adivinado en su mirada. «¡Por mi culpa!... ¡Ha sido por mi culpaJaime experimentó una sensación de alegría ante estas lágrimas. ¡Oh dulce «Flor de almendro»!...

Pero olvidó su optimismo homicida, para añadir con cierta angustia: Lo que yo deseo es que me expliquen bien el tiempo de que puedo disponer para apuntar. No quiero equivocarme, y que me tomen luego por un ordinario, incapaz de comprender estas cosas. Conservaron sus pistolas los dos enemigos, con el cañón en alto.

12 Pues no debiste estar mirando en el día de tu hermano, el día en que fue extrañado; no te habías de alegrar de los hijos de Judá en el día que se perdieron, ni habías de ensanchar tu boca en el día de la angustia; 15 Porque el día del SE

Todos experimentamos que en nosotros hay dos hombres; uno inteligente, activo, de pensamientos elevados, de deseos nobles, conformes á la razon, de proyectos arduos y grandiosos; otro torpe, soñoliento, de miras mezquinas, que se arrastra por el polvo cual inmundo reptil; que suda de angustia al pensar que se le hace preciso levantar la cabeza del suelo.

Pero después de haber realizado su intento y avanzar rápidamente los primeros pasos, el recién venido pareció de pronto titubear, vacilante: la irritación que le encendía el rostro fue cediendo ante la confusión y la angustia. Al llegar al umbral y ver al cadáver se llevó una mano al corazón, se recostó contra el marco de la puerta, intensamente pálido, a punto casi de desmayarse.

El confesor del nuevo sacerdote le prohibía ocuparse en tan poco edificante menester, y en las cartas se refleja la angustia de Lope al tener que dejar de servir a su protector, aunque no fuera más que en tales asuntos, por la escrupulosidad de conducta moral que le imponía su nuevo estado. Aquel otoño 1614 publicó sus Rimas sacras, dedicadas a su confesor.

Dijo esto en castellano, y Desnoyers experimentó una sorpresa más grande que todas las que había sentido en sus largas horas de angustia á partir de la mañana anterior. ¿De veras que no me conoce? prosiguió el alemán, siempre en español . Soy Otto... el capitán Otto von Hartrott. El viejo descendió, ó más bien rodó por la escalera de su memoria, para detenerse en un peldaño lejano.