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Carnicero dejó de atender a aquel fragor lejano y empujó la pared, queriendo vencer el obstáculo que, según él, le impedía llegar a su cómodo asiento. Digo que necesito llegar a mi sillón repitió . ¿Quién eres ? Alzó los alucinados ojos el anciano y vio lo que en la mitad de la pared había.

No era rico, ni de él podían esperarse solitarios para las orejas ni entresuelo amueblado; mas tampoco sería imposible sacarle unos cuantos duros al mes. Su estanco estaba en sitio céntrico, debía de producir bastante... la mujer muy vieja... Nadie es capaz de prever hasta dónde puede llegar un anciano tocado de la tarántula amorosa.

Pero eso , sin que se ayuden de versiones francesas... Oye: lo que más me duele, lo que me llega a lo más vivo, lo que me desgarra el corazón, lo que siento aquí, como la hoja de un puñal, es que dicen.... El pobre anciano quería llorar; el rostro se le contraía dolorosamente, su voz se iba poniendo trémula, en sus ojos asomaba una lágrima, dicen... hizo un esfuerzo y acabó ¡qué estoy chocho!

Cuando le oyó hablar, acercose más. «Buen hombre, ¿qué es eso?... ¡Pobre chico! Si no parece chico, sino un viejo... ¡Vaya, que pegar así a un pobre anciano!». Luego llegó otro hombre, que se destacó de un grupo de obreros que subían.

Como si hubiera dos, ó tres, ó quatro, dixo el anciano: vaya, que las personas de vuestro mundo hacen preguntas muy raras. No se hartaba Candido de preguntar al buen viejo, y queria saber qué era lo que pedian á Dios en el Dorado.

El que está leyendo el periódico y tiene los zapatos rotos es el Emperador y Autócrata de todas las Américas, y aquel anciano a su lado que se mece la barba, ese es, !ah! no me atrevo a decir a usted quién es.

Encontrose a un anciano harapiento que solía pedir, con una niña en brazos, en el Oratorio del Olivar, el cual le contó llorando sus desdichas, que serían bastantes a quebrantar las peñas.

Cabesang Tales miraba hácia el campo, y pensaba que con un solo brillante, quizás con el más pequeño, podía recobrar á su hija, conservar la casa y quizás labrarse otro campo... ¡Dios! que una de aquellas piedras valiese más que el hogar de un hombre, la seguridad de una joven, ¡la paz de un anciano en sus viejos días!

No llores, chiquita dijo el anciano médico apretándole la cabeza contra su pecho ; no hay motivo aun para alarmarse... Yo haré lo que pueda y más de lo que pueda para salvarla. ¡, , don Máximo..., hágalo usted por cuanto más ame en este mundo!..., ¡por la memoria de su esposa, a quien usted quería tanto!

Hízose una pausa, que interrumpió el anciano duque: Guardemos compostura, vizconde. Recordad que tenemos una alta obra que cumplir. Dejad para otro momento vuestros arrebatos y vuestras bromas. ¡Para otro momento, querido consuegro? ¿Para cuándo? ¿Para cuándo tenga que estarme otra vez años y siglos, ahí, rígido en el cuadro, aunque me pique la nariz o se me duerma una pierna?