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Y no lo digo porque dude yo de la ciencia. ¿Cómo dudar, cuando la ciencia es, ha sido y será siempre mi amor, aunque desgraciado?

La filípica continuó en este tono largo rato, y el muchacho ni se movía, ni hablaba: misia Casilda usó de todas sus armas, y trató de herirle en su amor propio, en su dignidad, en medio del corazón, que ella conocía tan tierno, a pesar de todo.

La presencia de este Amor constituye la bienaventuranza de los dioses. Sin embargo, este amor es tan bueno y tan piadoso, que, lastimado de la miseria y bajeza de los hombres, pide de vez en cuando licencia a Júpiter para descender a la tierra y traernos consolación y cierto reflejo de la luz de la gloria.

Donde menos lo piensa, en el seno de la familia, salta un Judas. En la tierra no hay ni puede haber honor. En el Cielo únicamente, porque Dios es el único que no nos engaña, el único que no se pone careta de amor para darnos la puñalada. Fortunata se vistió a toda prisa. Sabía por experiencia que mientras más le contradecía era peor.

Una joven como yo... que no se pertenece; que sólo puede dar a un hombre inconvenientes; que no tiene apellido para sus hijos, no se casa y una mujer como yo cuando no piensa casarse no ama. El amor es un sentimiento: no se ama porque se quiere amar. , ; concedido: comprendo que se ama porque se ama. Pero he tenido la suerte de no enamorarme. De seguro no habrá faltado...

Privados de su baluarte, quizá los habitantes de la aldea amenazada persistan en no moverse de allí por amor á su hogar natal; pero tarde ó temprano, el peligro se hace inminente, y hay que emigrar á toda prisa, llevándose los objetos preciosos y dejando la casa á merced de las nieves amenazadoras.

Prevenido, pues, el santo varón de tanta mayor caridad y celo, cuanto era necesario para tamaña empresa, y animados algunos de los más fervorosos neófitos, no sólo para ser sus compañeros, sino también para dar la vida en testimonio de aquella ley que iban á plantar entre los bárbaros, se puso en camino á los 4 de Agosto de 1707 y llegando el día de la Asunción de la Santísima Virgen á las riberas del río Zununaca, se encontró con los Zibacas, de quien fué recibido con muestras de grande amor, y Putumaní, su cacique, le regaló con mucha pesca y se partió á largas jornadas á su tierra, donde dió orden á sus vasallos que le allanasen el camino, y desde allí diariamente le proveyó de comida y bebida, hasta que entrando el Padre en su Ranchería le salió á recibir el pueblo, muchachos, mujeres, y aun las que criaban, con sus niños en los brazos; y el cacique le cumplimentó, no ya como bárbaro, sino con términos muy corteses, y llegando á la plaza le cercaron todos en rueda, y con semblantes y voces de increíble alegría, le daban la bienvenida, besándole la mano, y pidiéndole les echase su bendición.

Os confieso que en la situación en que me he casado con vos, y por la razón que lo he hecho, me hubiera casado con cualquiera de quien hubiera podido buenamente ser esposa. ¿Sin amor? Sin amor. ¿Pero qué misterio, qué razones son esas? Las vais á oír: en primer lugar, tomad este rizo, guardadlo. ¡Este rizo vuestro! exclamó el joven besándole con locura . Pero esta joya...

Y para probar su firmeza de hiena, sin otro amor que el de la sangre, cogió con sus manos huesosas la cara de Marieta, la levantó para verla más de cerca, contemplando sin emoción las pálidas mejillas, los ojos negros y ardientes que brillaban tras las lágrimas. ¡Bruixa... envenenaora!

Nuestras entrevistas eran raras y cortas. Su marido era celoso y la vigilaba de cerca. Podíamos muy bien darnos algunas citas por los medios más vulgares. Pero todo lo que era vulgar, todo lo que hubiese podido degradar nuestro amor, nos repugnaba igualmente a ambos... Los meses se pasaron en este encantamiento y en esa contrariedad.