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Que nunca á tu vivir falte ese aliento, Que siempre de tu esposa el blando acento Mitigue tu dolor; Que nunca falten flores á tu almohada, Ni miel en tu colmena perfumada, Ni en el hogar el hijo de tu amor. ¿POR QU

Pero el amor es el amor, y avasalla y enloquece a todas las clases sociales. Imagínese cómo estará el muchacho, que ya ni se peina, que era antes su principal cuidado. No sale de casa, y se pasa el día en sus habitaciones, en pijama y desgreñado. Apenas come; ha perdido no cuántos kilos. Está pálido como la cera y tiene un mirar entre loco y moribundo, unas veces lánguido, otras furioso.

La Princesa, entonces, y vosotras con la Princesa, os mostrareis al punto, y cada una dará un tierno beso en la mejilla izquierda al objeto de su amor.

Usted me ha amado, es cierto, pero ¡qué amor tan triste y tan vergonzoso! Yo he sucumbido á su voluntad y me he entregado porque me tenía usted en un peligro de muerte. Ha sido usted feroz conmigo. ¿Recuerda usted la primera noche que pasé en Boulogne cuando huía á Inglaterra con el nombre de Juana Baud?

Dichos cadáveres, horriblemente destrozados, eran la propiedad, todas las clases de propiedad posibles, el Estado, la Iglesia y cuantas instituciones se derivan de estos dos principios, Matrimonio, Ejército, Crédito público, etc... Con admiración de todos, Juan Pablo se lanzó a la defensa del amor libre, de las relaciones absolutamente espontáneas entre los sexos, y puso la patria potestad sobre la cabeza de la madre.

«Rey dolorido y galante, tu muerto amor juvenil ¡con qué tristeza aflorante llora el romance infantil! Princesina de leyenda, te da el alma popular, como una oración, la ofrenda ingenua de su cantar

Estaba condenada, con veinte años de edad y tanta hermosura, a la viudez perpetua, a la soledad, a amar a quien no la amaba. Todo otro amor era imposible para ella. El carácter de Pepita, en quien los obstáculos recrudecían y avivaban más los anhelos, en quien una determinación, una vez tomada, lo arrollaba todo hasta verse cumplida, se mostró entonces con notable violencia y rompiendo todo freno.

Dedicado con amor desde mis juveniles años al estudio de la poesía castellana, he leído las obras de todos los dramáticos españoles de alguna importancia, y el número de comedias que he adquirido con dicho objeto, asciende á muchos millares.

La prisionera, como si adivinase esta indignación pública, empezó á considerar inmediata su muerte, perdiendo poco á poco el amor á la existencia, que le hacía prorrumpir en mentiras y delirantes protestas. En vano el maître fingía esperanzas en el indulto.

Abrí el balcón, y la vi alejarse por la acera opuesta en paso lento y con la cabeza baja. Mustafá la seguía cabizbajo también. Ella volverá, me dije: y cuando menos, la señora Adela vendrá por su asignación a fin de mes. Había en mi corazón algo que me hacía desear volverla a ver; y sin embargo aquel no qué vago, dulce íntimo, estaba muy lejos de ser amor. Y era más que caridad.