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El arte musulman ha iniciado su carrera admirablemente al abrigo de las asiduas meditaciones de los dos primeros amires. ¿Cómo no habia de salir una cosa grande de un nido calentado por águilas caudales?

Objeto de alta curiosidad artística y arqueológica sería investigar qué lugares ocuparon dentro de la ciudad, y en aquella pintoresca sierra de Córdoba, de donde bajaron un tiempo á la orgullosa corte de los amires huestes enteras de mártires y confesores, todas las basílicas y monasterios de que vamos hablando; qué se conserva hoy de las primeras en las parroquias que la tradicion supone renovadas despues de la reconquista sobre los primitivos muros, ó construidas de nueva planta en los mismos solares de aquellas.

La disposicion de esta cámara se acomodaba perfectamente al destino de capilla mayor, convirtiendo en sacristía la otra cámara que tenia contigua á oriente, y que hemos minuciosamente descrito como tribuna de la alicama. Existia sin duda tal como la habian dejado los amires de Al-hakem.

Tambien los musulmanes eran muy delicados en ciertas cosas de conciencia, y muy sutiles los casuistas que los resolvian. El que desee formarse idea del candoroso cinismo de uno de los Amires mas cultos é ilustrados, lea en Al-Makkarí el estraño caso que propuso Abde-r-rahman en plena asamblea de los principales teólogos de su corte relativamente al precepto del ayuno de Ramadhán.

No vamos por lo tanto á sacar á luz una nueva edicion de la regla de S. Benito y de los capítulos del concilio de Aquisgran; vamos solamente á trazar con rasgos caracteriscos una breve filiacion de los valientes soldados de la hueste benedictina, y solo por lo que interesa el saber qué especie de vida interior hacian bajo su santa bandera, aquella animosa monja que burlando la vigilancia del convento fué por entre las nocturnas tinieblas atravesando montañas, bosques, peligrosos barrancos, hasta llegar con el alba á la corte sarracena; aquella otra venerable abadesa, que salia á la ventana del muro divisorio entre las dos clausuras del monasterio Tabanense, para ver de agasajar á Jesucristo en la persona de sus pobres despues de haber gastado su gran patrimonio en fundar aquella casa; toda aquella legion de mártires en suma, arriba mencionada, que en los períodos de persecucion, y como por secciones, iba bajando de la Sierra á la orgullosa corte de los Amires á fortificar con su sangre los retoños de la cruz que presumian estirpar los infieles.

Este historiador, sin describirlo minuciosamente, habla en general de muchas bellezas atesoradas en sus salones y jardines por los amires de la dinastía de los Umeyas, y dando luego razon de sus magníficas entradas, dice así: «Entre las puertas de este palacio, que Dios omnipotente abrió para reparacion de las injurias, auxilio de los oprimidos y declaracion de justas sentencias, es la principal una sobre la cual campea un terrado saliente sin igual en el mundo.

Un poco de paciencia, buen lector: luego terminaremos el cuadro de los furores de los Amires, y de las justas venganzas del cielo.

Otra, que es la mas próxima á Córdoba, ostenta en sus alcores el grandioso y severo monasterio de S. Gerónimo, construido con los despojos de la preciosa Medina-Azzahra; en su cerro de Nuestra Señora de Belen una congregacion de rígidos anacoretas, cuyas humildes ermitas son para Andalucía lo que Monserrat para Cataluña, lo que la Tebaida para el Egipto, lo que el monte Athos para la Rumelia; y al pié de ese cerro la famosa Ruzafa, que despues de haber sido una de las mas deleitosas quintas de los amires, fué patrimonio de la célebre D.ª Leonor de Guzman, y despues convento de padres Franciscanos; y hoy... ¡hoy desierta y miserable fonda!

Ben-Ganyah es vencido: el emperador castellano entra triunfante en la ciudad de tantos amires: un gobernador ó alcalde á los cristianos para que sean regidos con justicia segun sus propias leyes . ¡Mas ay, que los jactanciosos nazarenos han violado el gran templo del Islam atando á sus columnas sus fatigados caballos y poniendo sus atrevidas manos en el sagrado Mushaf! ¡Así que el castellano vuelva la espalda pagarán aquella insolente profanacion los cristianos cautivos ; y los caballeros de ese altivo emperador que puedan ser atraidos bajo un falso seguro, serán cargados de cadenas!

El reino de Córdoba dependió luego de los amires de Sevilla, y á fines del siglo XI pasó bajo el imperio de los amires de Africa, almoravides y almohades. Poseianle estos últimos cuando en el primer tercio del siglo XIII se rindió á las armas de D. Fernando el Santo.