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Con esto le despedí, y con esto me despido, ofreciendo a Vuestra Excelencia los Trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente; el cual ha de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entretenimiento; y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible.

Y misia Casilda, recordando a la de Barrientos, contestaba que, efectivamente, muchas veces los mejores amigos son los primeros en dar el esquinazo, y que vale más dirigirse a los extraños; pues, por dejar de pedir no quedaría, y si el medio supremo, el suyo, no resultaba, se hipotecaría la finquita o se vendería: con el producto bien podía pagarse al señor Portas y a alguno de los demás acreedores, pues si la casa, vieja, no valía gran cosa, el terreno, por el sitio, valía mucho.

Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho, que eso fuera así que así. Hiciéronnos amigos la mesonera y los que allí estaban y con el vino que para beber le había traído, laváronme la cara y la garganta. Sobre lo cual discantaba el mal ciego donaires, diciendo: "Por verdad, más vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo de año, que yo bebo en dos.

La comida continuaba y en todas las mesas subía poco á poco el tono de las conversaciones. Era la hora benéfica en que los estómagos contentos reparten por todo el ser una especie de beatitud. Maugirón estaba benévolo y no se burlaba de Frecourt. El mismo Sorege, sentado en la mesa grande, bastante lejos de los dos amigos, sonreía, menos enigmático que de costumbre.

Por pasmosos que hubiesen sido sus triunfos guerreros, no bastaban á atenuar las atrocidades de Dantón, Marat y Robespierre, y los espantos del Terror y de la guillotina; y fue lo peor que todo ello tuviese por resultado un gran genio militar sin duda, pero á la vez un déspota, que humilló y ensangrentó la Europa entera, sin que el más hábil y sutil profesor de filosofía de la historia pueda descubrir, fuera de la ambición personal, del prurito de elevar á la familia y á los amigos, y del afán del predominio de un pueblo sobre los otros, propósitos y fines altos y providenciales, parecidos á los que más ó menos conscientemente tuvieron Alejandro y César.

La menor objeción en el consistorio era para él una ofensa personal; terminaba las discusiones en la calle con amenazas y golpes; su mayor gloria era que los enemigos se dijeran: Cuidado con Ramón... Mirad que ese es muy bruto. Y junto con su acometividad, mostraba para captarse amigos, una esplendidez que era el tormento de su padre.

No podías llegar más á tiempo. ¿Y los amigos de Zaragoza? ¿Pero de dónde vienes? ... ¿Y el club ... y nuestro club? ... Ya sabes que nos lo disolvieron. Hace seis meses que estoy en Ateca. ¿Y estarás mucho aquí? Siempre! Bien. Aquí la juventud, la vida. Y si he de decirte la verdad ... hacemos falta. ... ¿oh?

El Nacional levantó sus ojos a lo alto. ¡Y así acababa un hombre como aquel, sin poder estrechar la mano de los amigos, sin decir una palabra, repentinamente, como un mísero conejo a quien golpean en la nuca!... La desesperación le hizo salir de la enfermería. ¡Ay, él no podía ver aquello!

Y, en fin, ¿por qué extraño azar un hombre de posición y sólidos principios, como el señorito Alfredo L'Ambert, asistía tres veces por semana al templo de la danza?» ¡Bah, queridos amigos! precisamente porque era un hombre de posición y de sólidos principios.

Su único error fue abominar del matrimonio, despreciando los excelentes partidos que sus amigos le proponíamos. Los últimos años vivió en un cortijo llamado las Higueras de Juárez... Lo conozco. Esa finca fue de mi abuelo.