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Se olvida usted del Señor porque sus negocios andan mal; pero algún día sentirá los efectos de su misericordia, y se arrepentirá y se acordará de lo que le dice el hermano Vicente. Maltrana, para amenizar su espera, quería retener a este personaje original, que mostraba deseos de seguir adelante, hacia los Cuatro Caminos. Usted fue soldado, ¿verdad? dijo para prolongar la conversación.

La amistad que unía á Schack con el embajador inglés Sir Edmundo Lyons, que puso un vapor inglés á disposición del príncipe de Hohenlohe, contribuyó poderosamente á amenizar una excursión muy agradable que hizo á la Tierra Santa y á Egipto.

En España hay la costumbre de establecer un piano en cada gran café para amenizar el pasatiempo; y todo el que va a uno de esos lugares, donde la democracia absoluta no degenera en desórdenes, pasa cuatro ó cinco horas en tertulia sin dejar refrescar el asiento. El pueblo español, en su mejor sociedad, se congrega en la iglesia, la plaza de toros y el café.

Los dos amigos eran asiduos concurrentes á la ópera, y solían amenizar sus conversaciones con los cantos y romanzas de que tenían llena la cabeza; y á veces, cuando en el diálogo encajaba bien, soltaban algún recitativo. Por eso cuando el lúgubre dijo: Ha venido, el periodista cantó con afectación de sobresalto: ¿L'incógnito amante della Rossina? Apunto quello, contestó el otro.

Un hombre iba delante de él, andrajoso, con un saco a la espalda, recogiendo los residuos de toda especie que encontraba: huesos, ramas, papeles, trapos, canturriando para amenizar su faena; llegó así a un sitio, cerca del terraplén del ferrocarril, en que había dos enormes caños de estos que debieran servir, y no sirven, para las obras de salubridad, abandonados, y se sentó sobre una piedra, dejó el saco repleto en el suelo, sacó la colilla de tras de la oreja y la encendió... A la luz del fósforo, Quilito reconoció al gran Menipo, o sea Agapo, en prosa llana.

Con la algazara que el caso requería se fué acomodando en los primeros aquella crema delicada de la salvajería madrileña. Predominaban los hombres. Las damas se habían retraído por no hallar suficiente grata la perspectiva de visitar una mina. Pero aún había bastantes para amenizar la excursión, y entorpecerla también.

Este relato contribuyó a amenizar el término de nuestra cena, y bebimos una botella de champagne en obsequio al demonio familiar de Fabert, pidiéndole que se dignara tomarnos también bajo su protección y hacernos ganar algunas batallas semejantes a las de Collioure y La Marfée.

Con mis correrías incesantes, si no logré hacerme a la tierra tan pronto y tan completamente como esperaba mi tío y lo deseaba yo, cuando menos mataba el tiempo de día y hallaba por la noche temas abundantes para amenizar un poco la tertulia de la cocinona y las conversaciones de la mesa de mi tío; comía con excelente apetito, y los condumios de la mujer gris y de su repolluda hija me sabían a gloria; sentíame animoso y fuerte, y me dormía como una marmota en cuanto tendía el cuerpo sobre la cama; descuidaba mucho la lectura de los periódicos que recibía de Madrid, y al escribir a mis amigos, ya no iban mis cartas empapadas en el tinte melancólico de los primeros días; íbame pareciendo más llevadera la visión incesante de los peñascos en mi derredor, y la miserable cortedad de los horizontes no me asfixiaba; en fin, que si no me había «hecho a todo», concebía ya la posibilidad de ello.

La temperatura bajaba, el incendio iba achicándose, la frescura de la noche penetraba en la plazuela, y balcones y puertas volvían a abrirse. En casa de doña Manuela, terminado el espectáculo público, había su poquito de fiesta, sin duda para amenizar el chocolate «suntuoso» que la rumbosa viuda daba a sus amigos.

Apenas se acomodaron todos de nuevo, D. Peregrín, que hasta entonces se había mantenido dentro de una locuacidad ordinaria, estimulado por la presencia de D.ª Teodora, quiso dar gallarda muestra de sus maravillosas aptitudes para amenizar cualquier tertulia.