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La ciudad, ensanchándose, amenazaba tragarse al huerto con su desbordamiento de casas, y el tío Tòfol, a pesar de hablar mal de sus terruños, temblaba ante la idea de que la codicia tentase al dueño y los vendiese como solares. Allí estaba su sangre; sesenta años de trabajo.

Procuraban aplacarle en algunos momentos de furia, pero todo era en vano; amenazaba que haria entender á sus contrarios lo que merece el que agravia al monarca de Castilla, y que mostraria cuán grandes eran sus fuerzas contra los que le enojaban.

Por este motivo no pudo antes de mediado Octubre, cuando ya el tiempo amenazaba con lluvias, salir con algunos de los más fervorosos; los cuales, confortados antes en el alma con el pan divino de la Eucaristía, habían ofrecido la vida por anunciar el santo nombre de Dios á los que vivían en las oscuras tinieblas de la infidelidad.

Fragoso, preocupado con la ruina del rozado y disgustos con el propietario de su tierra, no tenía humor para cazar, ni aún por hambre. Y la situación amenazaba así tornarse muy crítica, cuando una circunstancia fortuita trajo un poco de aliento a la lamentable jauría.

A partir de aquí empezaron las desorientaciones de Toledo. El mundo estaba cambiado, totalmente cambiado, y él marchaba de asombro en asombro. Para favorecer á su compatriota, quiso saber qué armas manejaba con preferencia. ¡Conozco tantas! exclamó Martínez. En un asalto había herido con la punta del sable á un alemán gigantesco que le amenazaba con su bayoneta.

Refugiáronse al huerto el cura de Naya y Julián, pasando por la cocina, donde la algazara de los criados, primas del cura, cocineras y músicos era formidable, y los jarros se evaporaban y la comilona amenazaba durar hasta el sol puesto.

Entre los dedos de sus manos bellas Hizo pedazos al soneto altivo, Que amenazaba al sol y á las estrellas. Y dixole Cilenio: ó rayo vivo Donde la justa indignacion se muestra En un grado y valor superlativo, La espada toma en la temida diestra, Y arrojate valiente y temerario Por esta parte que el peligro adiestra.

Demasiado inteligente para apreciar mucho esas estrecheces tan en boga en Aiglemont, la abuela cambió la conversación, que amenazaba ser funesta para los pobres Geraumont. ¿No hay ningún matrimonio en el horizonte? preguntó sabiendo que así complacía a todas aquellas señoras. La chica de Geraumont no es, sin embargo, la única joven casadera...

Con mas lentitud que lo que convenia, tomaban las armas los indios, cuando el enemigo amenazaba seriamente. Juntáronse los capitanes Lorenzistas y Miguelistas, eligieron otra vez otro del mismo pueblo en el oficio de teniente y supremo capitan, sucesor de Alejandro que habia sido muerto, y despues del dia de San Miguel recojieron las tropas.

Luego, sin hacer caso de los furiosos aspavientos de Currita, que le amenazaba con plantarle en medio del camino si no guardaba silencio, comenzó a cantar de nuevo las estrofas de El Mayoral: ¡Cuidado ese bache! ¡Bájate, zagal!... Si voy, salerosa, Te voy a matá...