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Ni tampoco cambió de aspecto cuando la retirada del carcelero le dejó faz á faz con la mujer que le había reconocido en medio de la multitud, y cuya abstracción profunda al reconocerle indicaba mucha intimidad entre ambos.

La joven continuó su camino sonriendo. Le hacía gracia que Gonzalo la llamase señora no habiendo cumplido los diez y seis años y contando él más de veinte. Ambos, sin haberse hablado «de grandes», se conocían como si fuesen hermanos.

La sola particularidad que se advertia en cuanto á los trages de estos indios, era la desnudez de las criaturas de ámbos sexos, que hasta la época de su pubertad no llevaban otra cosa que una liga mas abajo de la rodilla, y otra en el empeine del pié; las niñas se ponian ademas un cinturon. Es de suponer que el régimen gubernativo de los Itonamas no debia diferenciarse del de los Moxos.

No hay un país civilizado, en ámbos continentes, donde no se vea la tienda del laborioso Catalan, repleta de los mas variados artículos españoles. El habitante de Cataluña considera su país como una nacion. Jamas dice: soy Español, sino: soy Catalan.

Así lo hace, apareciéndosele entonces el dios Neptuno, que la hace volver á su casa, después de revelarle que ella y no otra, es la buscada Florentina, y Justo, hijo de Pascual Crespo; y concluye favoreciendo el casamiento de ambos. Esta fábula, seca y desabrida, manifiesta bien á las claras la falta de gusto de Lope de Rueda.

No fué muy animada la conversación entre ambos, pues el leñador sólo platicaba sobre asuntos de su oficio, la calidad de tales ó cuales maderas y las reyertas entre trabajadores de éste ó aquel villorrio, al paso que Roger no podía apartar de su imaginación el recuerdo de la encantadora desconocida.

En el acto tercero, Lisardo y Don Félix han regresado á su domicilio; el desafío nocturno fué interrumpido por la llegada de algunas personas, deliberando ambos, entonces, cuál ha de ser su conducta en el estado en que se encuentran las cosas.

El centro de la nave lo ocupaba el piquete y la banda de música militar, en correcta formación. A ambos lados, filas de hombres, que miraban al techo o a las capillas laterales, como si no supiesen qué hacer de los ojos.

¡Cristeta! Yo te serviré en el bien, de estímulo, en el mal, de rémora. Duplicaré tus venturas y compartiré tus penas. ¿Te veré dichoso?, pues mi amor será la gota que llene el vaso de tu felicidad. ¿Desgraciado?, yo lloraré por ambos... Pero ¿casarme? ¿Y si te arrepintieras? ¡Qué horror si algún día confundieses mi gratitud con mi cariño! ¿Llevar tu nombre?

Pregunta es esta á que no han podido dar contestación las muchas horas que he dedicado á buscar la historia del cuadro. El templo, como el convento, reclamaban en la fecha en que escribo estas líneas, una pronta reparación en el maderamen, tanto que ambos edificios estaban hechos una completa gotera.