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Algo había en su memoria que le hablaba de una existencia anterior; pero eran recuerdos confusos, vagas remembranzas cortadas por obscuras lagunas de olvido, y envuelto todo en una niebla pálida que amasaba personas y sucesos.

Acordábase mucho, mucho, con extraños remordimientos casi incestuosos, del robusto tronco de su cuñada Rita. También recordó el nacimiento de Perucho, un día que Sabel estaba amasando. Por cierto que la borona que amasaba no hubiera tenido tiempo de cocerse cuando el chiquillo berreaba ya diciendo a su modo que él era de Dios como los demás y necesitaba el sustento.

El pan se amasaba con agua salada; y como la munición era queso y tocino y otras cosas saladas que apetecían á beber y la ración de agua era limitadísima, se entretuvo la gente por temor de la sal muchos días con garbanzos y algún bizcocho que se les daba y dió, y muchos murieron de sola sed, y eran los caniculares y en Berbería: trabajaba la gente toda la noche y peleaba el día sin tener ningún reposo.

Marta amasaba con afán, haciendo gestos de resignación como quien está dispuesto a sufrir una broma hasta el fin. Ricardo prosiguió: Y eso que había oído hablar a María de ellos; pero en términos vagos... No eran bien precisas sus noticias.

Se me figuró que le abría con llave de oro las puertas del Edén; que amasaba yo entre mis manos el árbol de la ciencia y el árbol de la vida y sacaba de ambos un filtro poderoso, que, vertido sobre el corazón de aquel muchacho, le magnificaba y ensalzaba, y que vertido sobre su cabeza llenaba su mente de alegría y de una luz riquísima penetrando todos los arcanos.

Por otra parte, el capitán había resuelto comprar con la dote de Demetria algunos prados y tierras labradías en la parroquia de Entralgo para que allí se asentasen. Flora rogaba por Dios y por la Virgen que no la apartasen de aquella amiga tan querida que por afinidad era ya próxima deuda de su padre. Al día siguiente de este insignificante suceso se amasaba la borona en casa del tío Goro.

Los bancos de hornillos podían servir para toda una comunidad. El frío aseo de esta dependencia demostraba su falta de uso. En las paredes, grandes escarpias delataban la ausencia de las vasijas de cobre que habían sido en otros tiempos gloria esplendorosa de esta cocina conventual. La vieja criada hacía sus guisos en un pequeño hornillo al lado de la artesa en la que amasaba el pan.