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Hablándole con franqueza, le diré que me gusta considerarlo como si fuese mi hermano mayor declaró. Creo que nunca amaré a nadie añadió, pensativamente, mirando el brillante fuego de la chimenea. No, no; no diga eso, Mabel. Algún día encontrará a un hombre de su misma condición, lo amará, se casará con él y será feliz le observé, con mi mano apoyada en su hombro.

¿No viste nada de eso? Debiste, pues, dar fe a las palabras que te dije, casi sin tener conciencia de ello. Mi corazón las ignora completamente; te lo juro. Te amo y te amaré hasta mi último pensamiento, y el último aliento que se escapará de mis labios será tu nombre.

En vano Juanita quiso conocer la causa de tan brusca marcha. Te ruego que calles lo dijo Isabel; te conservaré mi amor a este precio. Te amo, no amaré más que a ti; te seré fiel, te esperaré toda mi vida si es necesario, pero nada digas a mi hermana; éste es mi deseo. Y yo deseo que hable dijo Juanita con dulce voz, reteniendo por la mano a su futuro hermano, que sufría al verse detenido.

Cuando conozcáis á mi padre, que espero sea pronto, él os relatará nuestro abolengo, él os dirá muchas de esas cosas que una mujer no debe decir á su marido. Yo sólo os hablaré de mis padres. Mi madre, criada con el recogimiento de una casa de solar de la montaña, no tuvo más amores que los de mi padre; le amó como yo os amaré: después de casada.

¡Adiós, doña Catalina! mañana iré á veros... si no me encierran. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Oh, Dios mío! murmuró la condesa alejándose entre las tinieblas , creo que no me pesa de haberle encontrado. ¿Amaré yo á Quevedo? Entre tanto, Quevedo, adelantando en dirección opuesta, murmuraba: Capítulo VI. De cómo no hay virtud estando obscuro.

Me encuentro perpleja; pues temo causar una decepción a mi padre. Por otra parte, ese casamiento reúne bajo los otros puntos de vista todo lo que yo puedo desear; en fin es un cumplido caballero. Mas, supuesto que no le amas, Blanca... Mi padre me asegura que le amaré después, y que para ser felices en el hogar, no es necesario el amor.

¿No podría ser que usted, compadecida de , acabase por amarme? ¿No se han visto cosas más imposibles? No dijo rotundamente Leonora. No le amaré a usted nunca... Y si llegase a amarle continuó en un tono dulce y casi maternal se lo ocultaría piadosamente para evitar que usted se exaltara viéndose correspondido. Toda la tarde estoy evitando esta explicación.

Yo no debía hacerte caso; pero mi debilidad es más fuerte que mi fortaleza, ¿entiendes?... ¿Quién no tiene un castigo en el mundo? Mi castigo eres . En vez de darme enfermedades o de volverme fea, Dios me ha dicho: «Quiérele»; y ya ves, te quiero y padezco. El corazón me dice que será constante. Te amaré siempre, mientras viva. Mi corazón es de una pieza.

Y si alguna vez una alma desinteresada, generosa, heroica, me amara por lo que soy, no por lo que tengo, ¡yo no lo sabría, no lo creería! La desconfianza siempre... Ved ahí mi dolor y mi suplicio. Por esto estoy resuelta... no amaré jamás; jamás me arriesgaré á confiar á un corazón vil, indigno y venal la pura pasión que abrasa el mío.

Se ha marchado, y todo mi horizonte se ha ensombrecido de repente... El cielo me parece obscuro, las nubes tristes, las calles enlutadas, la gente fea y me pesa la vida diaria... ¿Es esto el amor?... ¿Amaré verdaderamente a un hombre a quien apenas conozco y en el que pienso sin cesar?... La abuela asegura que le he gustado y apoya su opinión en las confidencias que le ha hecho el padre Tomás.