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Prudencia rara, en verdad, habían de tener los demás escritores para admirarlo á la vez que los demás, ó á lo menos, para no oponerse á los sentimientos que promovía. Pedro de Torres Rámila, clérigo y maestro de gramática de Alcalá de Henares, escribió una amarga sátira contra él, que no pudo imprimirse en España por no encontrar editores, y se publicó en París en 1617, bajo el título de Spongia.

Perdona, hija del alma repuso Bermúdez con una sonrisilla muy amarga . Me has explicado, a tu modo, las repugnancias o disgusto, o lo que sea, que te produce la noticia que te he dado; pero el por qué, la causa generadora de todo ello, te has guardado muy bien de declarármela.

Empero, después de todo, la situación es bien molesta e intrigada para usted, el secreto del origen de la enorme fortuna de mi cliente le ha sido legado, y, ahora, se encuentra con que le ha sido robado de esta extraña manera. Pienso que sería mejor consultar a la policía, y explicar nuestras sospechas dije con amarga pena al ver que la bolsita de gamuza había caído en otras manos.

Soy incapaz de enamorarme dijo ella con sonrisa amarga que su cuñado no entendió. El amor viene cuando menos se piensa afirmó éste sentenciosamente. Estamos años y años sin sentirlo, y un día, ¡paf! da un vuelco el corazón. Es que hemos hallado nuestra media naranja. Estas palabras tan cándidas como crueles, removieron las escasas gotas de hiel que Cecilia guardaba en su pecho.

A otros les da por lo sentimental, y el espectáculo de las aguas dormidas del lago les recuerda las novelas venecianas o las baladas de la Suiza: se dejan balancear dulcemente, inmóviles y apoyados sobre el remo, fijan la vista en un punto del espacio con expresión amarga, propia de corazones lacerados, y prorrumpen a veces en tiernas barcarolas que han aprendido en el teatro Real.

¿Acaso es necesario semejante juramento entre nosotros? dijo ella en tono dolorido dirigiéndole, con sus hinchados ojos, una mirada amarga y furiosa. Pero le dejó hacer. Roberto puso la mano derecha de su madre sobre la frente de la muerta; ella la acarició diciendo entre sus sollozos: ¡Lo juro, mi querida! ¡Bien lo sabes , , que yo ignoraba todo y que jamás te he exigido nada malo!

Reía con amarga ironía de su propia audacia; comprendía el acento burlón de Leonora, la energía con que había repelido todos sus atrevimientos de zafio que intenta poseer una gran dama por la fuerza. Pero a pesar del desprecio que a mismo se inspiraba, faltábanle fuerzas para retirarse.

Los consuelos y las predicciones del aya le habían hecho esperar que su existencia sería menos amarga en el convento que en el castillo de Orsdael. La viuda salió después de abrazar tiernamente a Elena. Apenas hubo Marta cerrado la puerta, la expresión de su rostro cambió por completo.

muy bien cuán profundamente lo ama añadió, cuánto lo admira y cómo, en la soledad de su habitación, ha llorado muchas veces amarga y largamente, porque creía que era usted indiferente y ciego a la ardiente pasión de su noble, sincero e inocente corazón. ¿Pero cómo era posible hacer eso ahora? El paradero de mi bien amada era un misterio para todos nosotros, nadie lo conocía.

El silencio para siempre, la amarga satisfacción del no ser, la grandiosa monotonía de la eternidad libre de toda alteración. ¿Por qué no iba él dentro de aquella caja? ¿Por qué no había caído cuatro años antes, cuando sufrió una pulmonía que puso en conmoción a toda su familia? Al menos habría muerto creyendo en su madre, y al partir le hubiera consolado un gesto, una lágrima de aquella mujer.