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Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados; aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos; aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada; aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha; aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.

Y qué te equivocabas, ¿por qué?... ¿pretendes imponerme, también, tus ideas o fórmulas de amor filial?... ¿me consideras capaz de la villanía de proclamar mi amor a mi madre como el más grande de los que mi corazón puede y debe sentir? ¡Melchor!... ¡Pero qué estás diciendo, por Dios!... ¿, el hijo amantísimo, hace dos meses, vas a declarar ahora que no quieres a tu santa madre?

La esperanza de que el sujeto de su amor, encubierto con el amigo manto de la tenebrosa noche, viniese a decirla sus amantes penas con la regalada cadencia de la encantadora música, despertándola de su inquieto sueño, tenía a la hermosa indiana, toda anhelo, toda impaciencia, toda oídos y toda ojos; y cuando oyó la voz doliente, dulce y grave del que cantaba, y los conceptos de la amorosa canción, abriéronsela las entrañas para recibir en ellas el encendido suspiro que fue de la canción fin y remate, y confirmación del alma de lo que habían dicho los labios; y saliósela de la suya otro tan amantísimo y hondo suspiro, que si el cantor le oyera, no se tuviera por venido a un valle de lágrimas, sino a un encantado paraíso; y no le oyó, porque a punto sonó el ¡ténganse a la justicia! de la ronda, tras lo cual vinieron las cuchilladas y tumulto.

Hasta tu nombre me parece de buen agüero, y pienso, Paz de mi vida, que por se está batiendo media España. Pese a quien pese, serás mía. Adiós y recibe el cariño de tu amantísimo, Fue una escena suelta que acaso no tenga jamás historiador, un episodio de aquel espantoso drama de la guerra, olvidado ante la magnitud de otras proezas.

El clérigo se puso unas enormes gafas de plata, y con voz gangosa y lastimera exclamó: «¡Oh corazón! La muchedumbre repitió con solemne rumor: ¡Oh corazooón! amantísimo amantísimooo santísimo santísimooo y melifluo y melifluooo de mi divino Jesús de mi divino Jesús. Corazón corazooón lleno de llamas lleno de llamas de purísimo amor de purísimo amooor

Sintieron los indios inconsolablemente la pérdida de su amantísimo Misionero á quien ellos llamaban Padre cariñosísimo de su alma. Fué el P. Fideli natural de Ciudad de Regio, en Calabria, hijo de padres de la primera nobleza de ella, bien que por su humildad y desprecio del mundo jamás dió la menor noticia de su calidad.

En el fondo de su alma, Pecado anhelaba ser también sanguijuela y chupar lo que pudiera, dejando al pueblo en los puros huesos; se desvivía por satisfacer todos los apetitos de la concupiscencia humana y por tener mucho dinero, viniera de donde viniese. En esto se distinguía radicalmente de su maestro, amantísimo del trabajo.

Adiós, vida mía; no te enfades porque no te repita mil veces que te quiero. En decirte mis disgustos se me ha ido el rato. No tengo tiempo para más; pero ya sabes que te adora tu amantísimo, ¿Tardaréis muchos días en volver? ¿Cómo ha encontrado tu padre el distrito? ¿Esperas que a tu regreso podamos vernos con frecuencia?

Yo, francamente se lo digo á usted, aunque soy en lo íntimo de mi corazón partidario amantísimo de mi Rey absoluto, cuando oigo á esos muchachos, y especialmente cuando veo á Alcalá Galiano subir á la tribuna, y empieza á echar flores por aquella boca, y después culebras, me da un escarabajeo tan grande, que me baila el corazón y me dan ganas de abrazarle.

Amantísimo de la soledad y del estudio, el insigne Prebendado no sale más que para ir á la próxima Catedral, y esto por calles silenciosas en que nunca se ve criatura humana. Vive, pues, en el mundo como en una Cartuja, y en más relaciones con el cielo que con la tierra.