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Pero además de esta, tengo otra, no menor, que dar en el sublime juicio del generoso padre de V. A., nuestro amabilísimo Monarca. También su elevado dictamen ha juzgado grandes los afanes de los Jesuitas, y los frutos de ellos han merecido su aprobación, su patrocinio, sus influjos y sus liberalidades, y no puede ser pequeño lo que ha podido merecer tanto.

El corazón de un niño perdona fácilmente, y el mío no era el menos dispuesto a los sentimientos dulces y expansivos. A la mañana siguiente se me preparaba una gran sorpresa, y a mi ama el más fuerte berrinche que creo tuvo en su vida. Cuando me levanté vi que D. Alonso estaba amabilísimo, y su esposa más irritada que de costumbre.

Sólo su propio ingenio y la confesión de Cristeta podían sacarle de dudas: era forzoso que mediase entre ambos una explicación. Al cabo de unos instantes, sobreponiéndose al disgusto que experimentaba, reanudó el diálogo y se mostró amabilísimo con don Quintín. Aquel hombre le era, desgraciadamente, necesario.

No podía hacerse sorda la Madre de Misericordia á las plegarias de quien era tan devoto suyo, aun antes de ser cristiano; por lo cual, mientras él con encendido afecto y esperanza grande repetía esta oración, se le apareció de improviso al medio día la Reina del cielo, despidiendo de tantos resplandores en las manos y rostro, que todo el rancho estaba bañado con luces, y con semblante amabilísimo, le dijo: «Yo soy aquella á quien invocas; confía, hijo, que sanarás; cree lo que enseña el Padre, y en mi nombre á tus paisanos que hagan lo mismo

Me puse colorado, pensando en que había adivinado mi congoja. Fui con ellas, y creo que estuve todo el camino amabilísimo. ¡Qué no se hace por conservar íntegra esta preciosa piel que nos envuelve! PRINCIPIO A SER UN H

Saliendo, pues, de aquel bosque, y entrando unos tras otros en la Ranchería, se fueron derechos al rancho donde yacía el P. Lucas, quien con aquel su modo amabilísimo los recibió con muchísimo agasajo y pareció que Nuestro Señor, para dárseles á estimar y respetar, había puesto en su semblante un no qué más que humano; por lo cual, la gente, en ademán de quien le pedía perdón, se postró á sus piés y no hubo ninguno de ellos, aun de los más osados, que se atreviese á partir de su presencia sin licencia del Padre.

El padre estuvo sonriente y amabilísimo con ellos, y á Clarita le dió, como si no fuese ya una mujer, como si fuese una niña de ocho años, y con la respetabilidad que setenta bien cumplidos le prestaban, dos palmaditas suaves en la fresca mejilla, diciéndole: ¡Bendito sea Dios, muchacha, que te ha hecho tan buena y tan hermosa! Su merced me favorece y me honra contestó Clarita.

Como el doctor tenía su casa en la calle del Arenal, poco trecho había que recorrer. Los oscuros cristales de unas gafas oftálmicas, amén de una gran visera verde, resguardaban sus ojos de la luz, Golfín, siempre amabilísimo con el recomendado de Su Majestad, le despachaba pronto. Estaba muy satisfecho de su cura, y elogiaba la excelente naturaleza del enfermo, vencedora del mal en pocas semanas.

Cerradas las maderas, se prepararon los cuatro a echarse a pechos la larguísima velada, que parecía un siglo, cuando no era conllevada de interesantes y variados entretenimientos. Doña Hermenegilda hacía media con ligereza suma. Aquella noche necesitó devanar madejas de hilo, y como no tenía devanadera, prestose, como otras veces, a suplirla el bendito Padre Zorraquín. Era hombre amabilísimo.

No dudéis que el Corazón de Jesús da más gustos y consuelos a las almas que van a visitarle con devoción y recogimiento que el mundo con todos sus pasatiempos y placeres insulsos. ¡Qué delicia es estar hablando un instante con el amabilísimo Jesús, pronto siempre a escuchar nuestros ruegos! ¡Descubrirle uno su pecho como se hace con un amigo íntimo! ¡Pedirle su gracia, su amor y su gloria! ¡Oh amados míos, gustate et videte, gustate et videte