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Saludaste gozosa á Hayran y á ben Hamud, los aclamaste como tus libertadores: ¡ay! y no pasaron tres años sin que debieses ver á Hayran muerto por la mano de Aly, á Aly ahogado en un baño por los servidores del último califa. ¡Pobre Hayran! habia sido él quien habia entronizado principalmente al valí, él quien mas habia procurado arrancarte del borde de la tumba; y obtuvo en premio la muerte.

Hayran, al sublevarse contra Aly, habia hecho proclamar califa en la ciudad de Jaen al ommyada Abd-el-rhaman IV, biznieto del magnánimo Abd-el-rhaman III. Muerto Aly, vió ya el nuevo príncipe franqueado el paso para subir al trono; mas no tardó en deber luchar con otros dos rivales poderosos que hubiera quizás vencido á no haberse conjurado contra él su desdichada suerte y el rigor de tu destino.

Cicatrizado apenas su cuerpo, no pudo mirar con indiferencia la suerte de su patria: salió de España, pasó al Africa, conjuró al valí de Ceuta Aly ben Hamud á que viniera con su ejército á rasgar las ataduras que te unian ya al sepulcro. El interes que tenia por tu pueblo le inspiró elocuencia para traer consigo al esforzado Aly.

Una cosa que no llevaban los hombres en la España-árabe era el thorax sericus ó paño de seda que cubria el pecho, que nuestras mozárabes cristianas tomaron de las mugeres árabes, y de que no se olvida el minucioso expositor Aly ben Mohammed, á quien sigue Marracio, al enumerar las prendas con que se debe revestir á los difuntos, hombres y mugeres. Véase nota 3, pág. 136.

Vinieron los almoravides y te vencieron: te rebelaste contra ellos y no pudiste escitar ni su venganza. Aly, su gefe, se contentó con que restituyeras lo que en los dias de tu rebelion hubieses usurpado.

María de Huerta; pero, aun todavía pueden citarse otros muy peregrinos ejemplos recordando las inapreciables enseñas militares sarracenas, custodiada una en las Huelgas de Burgos, de filíacion desconocida hasta ahora, y otras dos en la catedral de Toledo, pertenecientes al Sultan Abu-Said Otsman y á su hijo Abu-l-Hasam Aly, que acreditan la singular pericia y exquisito gusto de sus autores, los mismos sin duda que fabricarían aquellas preciosas estofas de honor destinadas á los principes, llamadas tiraz, de las cuales nos dice Almaccari que sus tejedores habitaban en Córdoba el barrio llamado «de los bordadores» .

El-Khassem, hermano de Aly, vino á apoderarse de tu alcázar, al parecer solo para dictar decretos de proscripcion y de muerte contra tus mejores hijos; Yahhyay, primogénito del mismo Aly, reunió al momento cuantas fuerzas pudo para reclamarte como una herencia, como el patrimonio de su padre. Tres reyes se disputaron á la sazon en el campo de batalla los girones de tu solio.