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Os lo entregaré esta noche en la reja de vuestra ventana le dijo en voz baja y con precipitación. Al dar las doce salió María de su cama con pasos cautelosos, después de asegurarse de que su marido yacía en profundo sueño. Stein dormía, en efecto, con la sonrisa en los labios, embriagado con el incienso que había recibido aquella noche María, su esposa, su alumna, la amada de su corazón.

Y cuando una semana después, recibió Ferpierre con la confirmación de estos rumores el expediente formado por el magistrado escocés, vio que una vez más se había equivocado en sus previsiones. Sor Ana no había podido contestar a la Condesa ni iluminar a la justicia porque al leer la carta de su antigua alumna predilecta había caído como muerta.

Aprovechó el maestro aquella oportunidad para explicarle las propiedades nocivas del acónito, cuyos oscuros capullos veía en su falda, y arrancó de ella la promesa de no tocar flores de aquella planta, en tanto que fuese alumna suya. Después, habiendo puesto a prueba su integridad, se quedó satisfecho, desvaneciéndose el extraño sentimiento que antes le había sobrevenido.

¡Cómo no padecería la pobre señora cuando la directora del colegio, estando ya Leonor en sus trece años, la vino a ver, como quien hace un gran servicio, y en verdad para el porvenir de Leonor lo era, para que lo permitiese retener a Leonor en el colegio como alumna interna!

Entonces comenzó una serie de pequeñas pruebas y de sacrificios mutuos, en los cuales maestro y alumna obtuvieron partes iguales y que aumentaron su mutua simpatía.

Estaba en un colegio de la capital, y las monjas educadoras tenían que batallar grandemente para vencer las rebeliones y malicias de su bravía alumna. Al volver á la estancia Julio y Chichí durante las vacaciones, el abuelo concentraba su predilección en el primero, como si la niña sólo hubiese sido un sustituto. Desnoyers se quejaba de la conducta un tanto desordenada de su hijo.

¿Qué dirías si el maestro viniese ahora a buscarte y dijese que estaba triste sin su pequeña alumna, y que estaba deseoso de que volviera con él para enseñarle a ser más bueno? Melisa bajó silenciosamente la cabeza por algunos instantes. El maestro esperaba con impaciencia.

Así es que, cuando se hubo añadido una nueva tumba al pequeño cercado, y a expensas del maestro se colocó en ella una lápida con su correspondiente inscripción: «La Bandera de la Red-Mountain», se portó como buena e hizo lo que debía respecto de la memoria de uno de «nuestros más antiguos zapadores», refiriéndose graciosamente a aquel «tósigo de las más nobles inteligencias», y relegando generosamente al olvido el pasado «de nuestro querido hermano». «Llora hoy su pérdida una hija única, decía La Bandera, que es ahora una alumna ejemplar gracias a los esfuerzos del reverendo Mac SangleyEn verdad, el reverendo Mac Sangley hacía gran caso de la conversión de Melisa, y atribuyendo indirectamente a la desgraciada niña el suicidio de su padre, se permitió intencionadas alusiones a los efectos beneficiosos de la «silenciosa tumba», y en tan alegre contemplación redujo la mayor parte de los niños a un estado de horror tan grande que fue causa de que los vástagos de las primeras familias guardasen en clase silencio tal, que bien lo hubiese querido el maestro para todo el año.

Este hecho colocaba de nuevo al maestro y a la alumna en la estrecha comunión de antes. Melisa pareció reparar el cambio en la conducta del maestro, forzada desde hacía algún tiempo, y en uno de sus cortos paseos vespertinos, deteniéndose ella de repente, y subiendo sobre un tronco de árbol, le miró de hito en hito con ojos insinuantes y escudriñadores.

Mientras más pobreza de educación revelaba la alumna, más gozaba la maestra con las perspectivas e ilusiones de su plan. Aquella misma mañana, cuando estaban almorzando, tuvo ya ocasión, con tanto regocijo en el alma como dignidad en el semblante, de empezar a aplicar sus enseñanzas. «No se dice armejas sino almejas.