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Una fuente con su pedestal de marmol y sobre él un monstruo marino de varias piedras y colores que sostienen la taza que es ovalada de jaspe veteado oscuro con un subiente también de jaspe encarnado y blanco, fáltale el remate á esta fuente que parece fué hecha para sobre un estanque, la altura será de siete cuartas y media, la taza tiene de largo vara y media y de ancho tres cuartas y media.

El Sol en el cenit.= Entre el ecuador y los trópicos, es decir, en toda la zona tórrida, se presenta la misma circunstancia dos veces al año, porque entonces la altura meridiana del Sol llega á 90° y pasa de esto.

Entre el solsticio de Cáncer y cada uno de los equinoccios, la altura meridiana del Sol va creciendo durante la primavera y disminuyendo durante el verano: los días aumentan para menguar inmediatamente después.

Diciendo esto, asió Simón el poderoso arco que á la espalda llevaba, tomó tres flechas y señaló á los niños, que ávidamente seguían todos sus movimientos, un altísimo árbol y más allá, en un claro del bosque, un tronco carcomido de un pie de diámetro y no más de dos ó tres de altura.

Por detrás de la barrera iban los chulos de la plaza, con sus blusas rojas, abrumados bajo el peso de las capas de brega, repugnantes andrajos manchados de sangre; y por los tendidos, haciendo prodigios de equilibrio, filtrándose por entre el compacto gentío, avanzaban los vendedores de gaseosas con el cajón al hombro, pregonando la limonada y la cerveza, y los tramusers con un capazo a la espalda, llenando de altramuces y cacahuetes los pañuelos que les arrojaban desde las nayas y devolviéndolos a tan prodigiosa altura con la fuerza de un proyectil.

El yankee ha subido á la altura, porque sin asomo de piedad, y para ir más ligero, ha dejado tras de todo lo que le estorbaba, mientras que el hispano-americano sube con dificultad, porque va cargado con el indio, á quien considera como á su hermano y como á su igual, uniendo con él sangre, vida y destino.

Mientras los pescadores descansaban tranquilamente en las tiendas, los hombres de guardia, que velaban alrededor de las fornallas, distinguieron, hacia las tres de la mañana, una luz en una altura, como a tres millas de la costa.

Había en sus palabras un dejo protector. Más vale asíLa estancia donde me hallaba era, sin duda, la sala de recibo o de espera. No grande, con una ventana de rejas a la calle, abierta a bastante altura, para que nadie se pudiese asomar sino con escalera.

El hombrecito de los velos blancos tuvo que callar repentinamente para afirmarse sobre sus pies y no caer de una altura tan enorme. La mano de Gillespie había temblado con la emoción de la sorpresa. El pigmeo que tenía junto á sus ojos presentaba una rara semejanza con su propia persona.

Al estrado tercero suben los valientes, a trescientos metros sobre la tierra y el mar, donde no se oye el ruido de la vida, y el aire, allá en la altura, parece que limpia y besa: abajo la ciudad se tiende, muda y desierta, como un mapa de relieve: veinte leguas de ríos que chispean, de valles iluminados, de montes de verde negruzco, se ven con el anteojo; sobre el estrado se levanta la campanilla, donde dos hombres, en su casa de cristal, estudian los animales del aire, la carrera de las estrellas, y el camino de los vientos.