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El astuto Antonelli había atado para siempre a Bismarck con hilo de araña. Jacobo, sin hacer una sola caricia a la niña, despidióse fríamente, y Monina le miró marchar, chupándose, con altivez de dama ofendida, tres dedos al mismo tiempo.

Apenas el Príncipe hubiera dicho a la Condesa algo parecido, sin duda ésta se habría sentido fortalecida en su resistencia contra Vérod, y algo habría dicho de ella en su diario. ¿O había que creer que consumiéndose de amor y de celos, no había dicho una palabra, por amor propio, por altivez?

Beatriz le dio las gracias con efusión, confesándole que en lo íntimo de su conciencia se alegraba de que Pierrepont supiera la verdad y que sería aún más dichosa si lo viese volver a la buena senda, asegurando a la vizcondesa que en cuanto a lo demás podía tener confianza en ella. «Hay le dijo con entera buena fe y no sin un poco de altivez pensamientos que nunca me asaltan... He sufrido mucho, y mucho me queda que sufrir todavía, pero aun cuando no tuviera principios tendría bastante orgullo, demasiado respeto a misma para ir a buscar el consuelo de mi perdido amor en una intriga galante.

12 Mas acontecerá que después que el Señor hubiere acabado toda su obra en el Monte de Sion, y en Jerusalén, visitaré sobre el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y sobre la gloria de la altivez de sus ojos. 15 ¿Se gloriará el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve?

Las niñas, a pesar de sus elegantes trajes, creían que todos se fijaban en ellas para sonreír compasivamente, y doña Manuela marchaba erguida, con altivez dolorosa, poco más o menos como Napoleón en Santa Elena después de la denota. La viuda presentía su ruina.

»Dios mío, Dios mío, si estás en mi alma, si no la has abandonado, acude a mi voz y consuélame y perdóname. ¿Qué vale ella, qué vale toda su hermosura, toda la lozanía de su mocedad, toda la noble altivez de su mirada, todo el ritmo de su forma, toda la gracia de sus movimientos, si acierto a volver de nuevo mi mente y mi voluntad hacia ti, en quien no hay excelencia, beldad y gracia que no se cifren y resuman?

Su estatura recordaba la del viejo Hellinger, quizá en mayor proporción, y el rostro también presentaba una semejanza que no podía engañar; pero las facciones, que en el padre habían conservado, hasta bajo los cabellos blancos, una amable dulzura, se habían acentuado en él en pliegues duros y graves que indicaban, al mismo tiempo que la altivez, un humor sombrío y siempre inquieto.

¿Qué ha sido esto, mujer? ¿Qué has hecho? ¡Pero es verdad...? ¿Qué te ha hecho?... porque de ti estoy seguro... Ante la sospecha, aún tan tibiamente formulada, se irguió ella sonriendo con plácida altivez. Pero ¿ha podido usted imaginar que yo hiciese algo feo? Venga usted, venga usted y lo sabrá todo.

No le importaba entrar en una casa de mala fama ni acompañarse de cualquier mujer de dudosa conducta. Cruzaba sin reparo por medio del lodo, segura de no mancharse. Pues tal sencilla altivez, tal indiferencia por los halagos de los hombres, llamaron al cabo la atención del irresistible Velázquez y concluyeron por preocuparle.

Primero mudar de aires; luego entonarte con una enseñanza primaria; después sigue la gran toma, el casorio con Juan Bou, y por último viene la extirpación del cáncer, que es la idea del marquesado». Isidora creía escuchar el mayor de los insultos. «Si de ese modo quieres curarme dijo con altivez , renuncio a tus medicinas.