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Nunca pudo quejarse de infidelidades o malos tratos de su difunto. Los sábados, cuando el remendón volvía borracho a casa a altas horas de la noche, sostenido por los amigos, la alegría y la ternura llegaban con él.

Si en las extremidades del Canton, es decir en las montañas alpinas y jurásicas, la composicion geológica, la vegetacion, la agricultura, la ganadería, la industria y las costumbres tienen respectivamente las condiciones comunes á las altas regiones de Suiza, en la parte central, doble regazo de los montes del Jorat, todo tiene un aspecto que alegra la vista y seduce al viajero, todo sigue las leyes físicas y económicas de las planicies secundarias.

D. Pedro Valerio Albano, idem; el Sr. D. Domingo French, idem; el Sr. D. Vicente Dupuí, idem; el Sr. D. Mariano Orma, idem; el Sr. D. Buenaventura de Arzac, idem; el Sr. D. Andres de Aldao, idem; el Sr. D. Juan Ramon Urien, idem. Se empesó la Acta, leyéendose en públicas y altas voces por mi el Actuario, y en virtud de mandato del Exmo.

La gloriosa enseña, adornada con recuerdos de 1870, le servía para alcanzar ciruelas todavía verdes. Los que estaban sentados en el suelo aprovechaban este descanso extrayendo sus pies hinchados y sudorosos de las altas botas, que esparcían un vapor insufrible.

¿ están aquellas plazas llenas de movimiento, Sus altas catedrales, sus grupos bulliciosos, Sus verdes arboledas, sus alazanes briosos, Que ofrecen á la vista contínua variedad? ¿Qué es del perfume suave del polvo de la patria, De aquel aroma puro de sus lozanas flores, De sus flotantes nubes de vívidos colores, De la dulzura grata de su agua de cristal?

Pero aquel hombre desempeñaba aún otras altas funciones igualmente encaminadas á la propagación de las luces. ¿Qué sería del pensamiento humano si aquel bruto no tuviera la misión de arreglar la tinta de imprimir, haciéndola más espesa ó más clara según la intensidad que se quiera dar á la impresión?

Dejemos a Dios estas altas cuestiones de la vida y de la muerte, y hablemos de su regreso, Amaury, de la alegría con que le vemos después de haberle esperado tanto tiempo. Y diciendo esto la encantadora joven estrechó candorosamente las manos de Amaury.

Era la historia del Mediterráneo escrita por torpes e ingenuos pinceles: encuentros de galeras, asaltos de fortalezas, grandes batallas navales envueltas en humo, sobre cuyas vedijas flotaban los gallardetes de los navíos y las altas torres de popa, en cuya cima rizábanse las banderas con la cruz de Malta o la media luna.

Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, más simples que curiosos, en altas voces, comenzaron a decir: ¡Milagro, milagro! Pero Basilio replicó: ¡No "milagro, milagro", sino industria, industria!

Mas entre todos aquellos monumentos de altas estimaciones, era el más curioso una hermosa fotografía de la reina de Inglaterra, colocada con afectada naturalidad sobre la chimenea en un pequeño caballete de plata oxidada, cuyas molduras tapaban, en parte, la honrosa dedicatoria.