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No hace un mes que una madre argentina, alojada en una fonda de Chile, decía a uno de sus hijos que despertaba repitiendo en voz alta: «¡Vivan los federales! ¡Mueran los salvajes, asquerosos unitarios!»: «Cállate, hijo, no digas eso aquí, que no se usa; ya no digas más, ¡no sea que te oigan

Fluctuante entre estos dos afectos, agarra á puñados el oro y los diamantes, y hace que le lleven con Martin á la posada donde estaba Cunegunda alojada: entra temblando con la ternura, latiéndole el corazon, y el habla interrumpida con sollozos; quiere descorrer las coitinas de la cama, y manda que traygan luz. No haga vm. tal, le dixo la criada, la luz le hace mal; y volvió á correr la cortina.

Trabajar.... Le harían trabajar de la mañana a la noche, y aun de noche, como él había hecho trabajar a sus oficiales en épocas de prosperidad económica, antes de que aquella personilla exigente que llevaba alojada dentro de la cabeza, o sea el Inteleto, hubiera dado imperiosa cuenta de , distrayéndole del negocio.

olvidas que soy madre gimió la señora de Hartrott . Olvidas que entre esos cuyo exterminio pides están mis hijos. Y rompió á llorar. Desnoyers vió de pronto el abismo que existía entre él y aquella mujer alojada en su propia casa. Su indignación se sobrepuso á las consideraciones de familia... Podía llorar por sus hijos cuanto quisiera: estaba en su derecho.

Por ella terminaba allí mismo la amistad. Es fácil que volvamos á vernos dijo lacónicamente . Sólo las montañas no se encuentran. La joven había sido más explícita, nombrando el hotel de la ribera de Santa Lucía en que estaba alojada. De pie en el estribo del vagón, las vió alejarse, tal como las había visto aparecer en una calle de Pompeya.

Está bien dijo finalmente . Sólo te ruego que vuelvas cuanto antes á encargarte del mando... No olvides lo que pierdes teniendo el buque amarrado. Pocos días después de la partida del vapor, cambió radicalmente el modo de vivir de Ulises. Ella no quiso continuar alojada en el hotel. Acometida por un pudor repentino, le molestaban las curiosidades y sonrisas de pasajeros y criados.

Los duques de Osuna y Alba tienen bibliotecas particulares repletas de tesoros y primores, y casi nadie las visita ni consulta. Entre las cinco ó seis públicas que pude ver debo citar la nacional y la del Congreso. La primera, casi escondida en un rincon de Madrid, en un pobre edificio, está muy mal alojada y en completo desórden.

FURRIER. Que luego, al punto, mande hacer alojamiento para treinta hombres de armas, que llegarán aquí dentro de media hora, y aun antes, que ya suena la trompeta. Y adiós. BENITO. Yo apostaré que los envía el sabio Tontonelo. CHANFALLA. No hay tal; que esta es una compañía de caballos, que estaba alojada dos leguas de aquí.