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El nuevo régimen, la higiene, el Vivero... usted... yo... los alimentos sanos... la leche... el aire... el heno... el tufillo del establo... la brisa de la mañana... etc., etc. Basta, basta; comprendido... la higiene... la leche... el olor del ganado... ¡magnífico!... ¡De modo que Ana está salvada! señor. ¿Porque esta nueva exageración no puede llevarnos a nada malo?...

Nada había pedido para , ni alimentos, especiales, ni libros, ni papel; de nada se había quejado; casi no había hablado una palabra: los guardianes contaban que pasaba el tiempo acostado en su cama inmóvil, como si durmiese.

Se diría que hasta para hablar, hasta para pronunciar algunas palabras, le faltaban ya bríos. Fray Miguel estaba postrado en cama y callado como muerto. Sólo acudían a visitarle en su celda el Padre Ambrosio, cuya reputación de excelente médico era grandísima e indiscutible, y el hermano Tiburcio que, ayudante del Padre, cuidaba de Fray Miguel, y le suministraba alimentos y medicinas.

Esperaba con impaciencia la hora de la salida cotidiana al patio, y volvía de ella más sombrío que antes. Pedía libros, rechazaba los alimentos de la prisión, hacía que le llevaran otros de fuera. Apenas se encontró delante de Ferpierre, le dijo con mal reprimida impaciencia: ¿Más interrogatorios? ¿No quiere usted por fin reconocer la verdad?

Los cuadrúpedos más pequeños, así como las aves, entraban á docenas en la confección de cualquiera de los platos. Uno de aquellos vehículos automóviles, veloces y sin ruido, que tenían forma de animales, servía para trasladar los alimentos del Hombre-Montaña desde las cocinas hasta los pies de su mesa. En cada viaje sólo llevaba un plato.

La leche es con frecuencia un medio de restablecer la salud. El instinto que impulsa al enfermo á desear tal ó cual especie de alimentos, no debe mirarse con indiferencia. La dieta prolongada mas allá de los justos límites, determina algunas veces en las afecciones febriles fenómenos atáxicos y pútridos.

19 Y se llegaron a aquel varón que presidía en la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa. 20 Y dijeron: Ay, señor mío, nosotros descendimos al principio a comprar alimentos; 23 Y él respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; vuestro dinero vino a . Y sacó a Simeón a ellos.

Debo exceptuar lo relativo á los alimentos, en que se conservan los antiguos hábitos de repetir las comidas, teniendo una frailesca á medio día, asi como la suculenta cena á las nueve de la noche. Las costumbres tienen allí un doble sello, porque son como el término medio, ó mejor dicho, la transición de lo español á lo francés.

Se volvió hacia el joven: Juan, mi madre ha hecho preparar algunos alimentos para ayudarle a pasar la noche. ¿Quiere usted que yo le sirva su cena? Gracias, no necesito nada. , usted necesariamente tiene que tomar algo. No, no, se lo aseguro. Hablaban en voz baja; sus palabras eran, apenas un murmullo.

Llevan nueve meses en sus entrañas el fruto de sus amores, y amamantan á su hijuelo otros cinco ó seis, enseñándole á nadar, á pescar, á elegir los alimentos más suculentos; y tendríalo más tiempo á su lado si el marido no se volviera celoso: éste le expulsa, temeroso de que la harto débil madre no le en él un rival.