United States or Cayman Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y con los codos se abrió paso entre la muchedumbre, despegándose de la espalda de Spadoni, que seguía con ojos de hipnotizado los tesoros crecientes de la duquesa. Lubimoff dió un paseo por el salón. Despreciaba el egoísmo de Alicia, pero carecía de fuerzas para marcharse. Necesitaba estar cerca de ella; quería convencerse de hasta dónde podía llegar su insensibilidad.

Al verse entre los dos torrecillas que marcan la entrada de los jardines, le asaltó el recuerdo de Alicia. Un poco más allá habían descendido del carruaje; detrás de los árboles estaba el banco en que la habló por primera vez de su amor; abajo, al borde de las rocas, se desarrollaba el solitario camino por el que pasaron como en volandas, al amparo del crepúsculo y con las bocas juntas.

Pasará, es seguro; pero mientras tanto, ¿cómo puedo vivir?... Acabas de librarme de una congoja moral con el olvido de esa deuda. Te lo agradezco. Pero yo necesito trabajar, ¡yo quiero ganar dinero! ¿Qué me aconsejas?... El quedó estupefacto. ¿A qué trabajo podía dedicarse Alicia?... Su pregunta era para ser contestada con una risa.

Esta Alicia tan odiosa en su primera juventud, podía llegar á ser una amistad tolerable ahora que se veía libre de las influencias de la vanidad y de su mala educación. Un estrépito de mugidos de vapor, gritos y silbidos cortó sus reflexiones. Era un tren de soldados que pasaba. Ella también volvió á la realidad con este incidente.

Contaba con poderosos amigos, capaces de ayudarle si deseaba trabajar. Los restos de su fortuna serían para él cuando muriese. Alicia agarró una de sus manos con la ternura del agradecimiento. «¡Cuán bueno eres!...» Pero de pronto secó sus lágrimas, sus ojos brillaron con una energía que parecía dirigirse contra ella misma, y continuó con voz dura: No, no quiero.

Puesta de pie, recordó el motivo de su visita, hablando de nuevo con aquel tono que revelaba su firme voluntad. Era inútil que buscase á la duquesa. La pobre, después de tantas desorientaciones en su vida, acababa de encontrar el verdadero sendero, el mismo que ella, más afortunada, había seguido en plena juventud. La virgen dolorosa habló con naturalidad del pasado de Alicia. Lo conocía todo.

Me apoyaba orgullosa en su brazo, riendo de las equivocaciones del mundo. ¡Lo que hemos bailado el año antes de la guerra, sin que nadie sospechase el verdadero afecto que me ligaba á mi acompañante! Alicia hizo una pausa para saborear mejor sus recuerdos. Sonreía vagamente al pensar en el error maligno de las gentes.

Miguel Fedor encontró dos veces á Alicia en el palacio Lubimoff. Ella no sentía el miedo de su madre, y hasta consideraba muy originales é interesantes las manías de la princesa. Cuando la visitaba, en tardes de aburrimiento, parecía creer en su velador y en sus protegidos de gestos misteriosos.

Doña Clorinda dejó caer otra inmediatamente, con acompañamiento de una puñalada de sus ojos, y se alejó, altiva y desdeñosa, mientras Valeria miraba al techo con desesperación. Volvió á huir Miguel. Le daba miedo la cara de Alicia, la agresividad nerviosa de su voz, que no había oído, pero que se dejaba adivinar en el estremecimiento de sus labios.

La vida acaba de ser como uno de esos dramas en los que perecen todos al final del último acto. El príncipe adivina que Novoa piensa en Alicia y se abstiene de nombrarla para no molestarle. Efectivamente, piensa en la duquesa, pero ésta sólo es un punto de partida para llegar á otra mujer que ocupa su recuerdo. Al fin habla, dando expansión á su melancolía.