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La exigua cantidad de renta del Estado, en que don José tenía invertidas sus economías, quedó, con los préstamos que sobre ella tomó y por el retraso de los pagos, reducida casi a la nada; la jubilación sufrió considerable descuento, las modestas alhajas de doña Manuela presto aprendieron el camino del Monte, y hasta las ropas hubo que empeñar.

Un lío, otro lío y un liito. El campanario del pueblo. Vuelta al hogar. Exhibición de compras. La saya de la capitana. La pagoda. El 1.° de Julio. Juramento. Misa de vara. Recuerdos de las bodas de Camacho. Un chocolate serio y un descarnado hueso. La tenientela mayora y las juezas. Amontonamiento de alhajas. Lectura del Tadhana. La coronación.

Dijo esta cifra como podía haber dicho cien mil ó cinco mil. Para ella, era lo mismo en este momento. Además, en los últimos días había perdido la noción de los valores. Miguel contestó riendo. ¿Se lo imaginaba, acaso, viniendo al Casino con veinte mil francos en la cartera, lo mismo que un usurero ó un comprador de alhajas? Pide prestado dijo la duquesa . A ti te darán lo que exijas.

Desde aquí pierde el nombre el Paraguay, porque el Paraná, como mas caudaloso conserva el suyo hasta cerca de Buenos Aires, donde, junto con el Uruguay, corre hasta el mar con el nombre de Rio de la Plata: llamado así, porque llevaron desde aquí algunas alhajas de plata y oro los primeros conquistadores del Paraguay, las cuales alhajas habian traido los indios del Paraguay en la primera entrada que hicieron á los pueblos del Perú con Alejo García y sus compañeros, segun se halla escrito en la Argentina de Rui Diaz de Guzman.

A eso voy, a dejar a usted en paz. A ver, a ver, las alhajas, todas las alhajas que he dado a usted y que no estén... pignoradas, váyamelas usted entregando». Isidora se quitó con nerviosa presteza las sortijas; sacó de una cajita varios objetos de oro, y todo lo tiró a los pies de Botín.

26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 29 Porque, ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus alhajas, si primero no prendiere al hombre fuerte; y entonces saqueará su casa? 30 El que no es conmigo, contra es; y el que conmigo no coge, derrama.

Si queréis ver antes que nadie esas joyas, os daré gusto. Isabel. Apareció una doncella. Trae un cofrecillo que hay en mi retrete, aquel cofre de sándalo donde yo guardo mis alhajas. ¿Y decís continuó doña Clara que la duquesa de Gandía vendrá por nosotros como madrina en nombre de la reina? Así me lo ha dicho su majestad. Ved el aderezo de que os he hablado dijo doña Clara, abriendo el cofre.

No refiero aquí, porque estoy de prisa, y no debo ni puedo pararme en dibujos, los primores estupendos, las alhajas rarísimas, los lindos objetos de arte y los cómodos asientos y divanes que había en varias salas por donde iban pasando la dueña y nuestro héroe, que atortolado la seguía.

Doña María, que había sabido con envidia el casamiento de doña Clara con un joven capitán de la guardia española, y con disgusto su nombramiento de dama de honor, que las igualaba á entrambas, vió con despecho las ricas alhajas que la mostró doña Clara con la mayor lisura, sin alegría y sin orgullo. Sois completamente afortunada dijo , y os repito mis enhorabuenas.

Después iba sacando del perfumado encierro todas las joyas que constituían su orgullo: pendientes y sortijas de gran precio revueltos con otras alhajas exóticas de bizarras formas y escaso valor adquiridas en sus viajes. ¡Mira bien! decía gravemente á Ferragut mientras frotaba contra su brazo desnudo el enorme brillante de una de sus sortijas.