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Léanse con reflexion los escritos á que aludimos, despójeselos de algunas palabras altisonantes y enigmáticas, y no se encontrará en ellos nada que no dijeran á su modo Lucrecio y Voltaire. Y bien ¿á qué se reduce esa espontaneidad, esa inspiracion de que tanto se nos habla? Fijemos las ideas, consignando y clasificando los hechos.

Yo solicité de la señora condesa que me consiguiese una beca en el arzobispado de Toledo; pero después me vi obligado a servir al rey, y salí de la corte. Este joven añadió doña María nos acompañará algunas noches, robando tal cual rato a sus estudios religiosos y a las meditaciones místicas que le traen tan absorbido.

Los corregidores, poseidos de una ambicion insaciable con cuantiosos é inutiles repartos, cuyo cobro exigian por medio de las mas tiranas egecuciones, con perjuicio de las leyes y de la justicia, se les habia visto en algunas provincias hacer reparto de anteojos, polvos azules, barajas, libritos para la instruccion del egercicio de infanteria, y otros géneros, que lejos de servirles de utilidad, eran gravosos y perjudiciales.

Hacía, pues, algunas semanas que ambos vivíamos en el desierto y fué para nosotros un cambio agradable el encontrarnos en medio de la animación civilizada de una ciudad, entre compañeros amables.

Permitid dijo el cura, que hizo un esfuerzo por sacar a la orilla a sus amigos que iban en camino de ahogarse por completo en mi opinión, permitid; no podéis negar algunas bellas virtudes, algunos actos heroicos que... ¡Ilusiones, ilusiones! interrumpió Pablo de Couprat.

En el óvalo pálido, que resalta sobre la sombra de los cabellos, ve brillar dos ojos negros picarescos que le miran con malicia de gata joven. De pronto deja de silbar; entonces suena en su oído una risa burlona, y la voz alegre de su cuñada le dice: Vamos, Juan, continúa. Y, como él no quiere acceder a esa petición, la joven frunce los labios y se pone a silbar imperfectamente algunas notas.

Sin embargo, fui a verla todos los días mientras duró su enfermedad, luego algunas veces a la semana... Amparo se mostraba silenciosa, retraída, como cohartada, delante de . Yo veía en aquel encogimiento, orgullo, altivez, pesar de verse obligada a aceptar mis beneficios. Esto me disgustaba.

Aún podía comenzar de nuevo la vida, seguido de los suyos. El mundo es grande. Donde su hijo encontrase la existencia, también podría buscarla él. Y Salvatierra volvió algunas mañanas a visitar a su viejo compañero. De pronto, se ausentó.

Los cuidados que al chico prodigaba eran esmeradísimos; pero no tenía aquella buena señora las tonterías dengosas de algunas madres, que hacen de su cariño una manía insoportable para los que la presencian, y corruptora para las criaturas que son objeto de él. No trataba a su hijo con mimo. Su ternura sabía ser inteligente y revestirse a veces de severidad dulce.