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Salió el pregón del bando por la mañana á recorrer la ciudad, figurando en la comitiva un juez especial que había venido para entender en el asunto y, como era de costumbre, los alguaciles y el pregonero.

Después dijo con la voz no tan tonante como otras veces: ¡Hola! ¡á ! Rodeáronle inmediatamente todos los alguaciles. El que no quiera ir á galeras dijo el alcalde que calle mucho. ¿Y qué hemos de callar, señor alcalde? dijo el más audaz de los alguaciles. Que hemos encontrado á ese caballero. Callaremos dijeron todos.

Salvo ende que los alcaides que estos castiellos touieren que sean nuestros vasallos, et vuestros vecinos é que los tengan por nos et vos que les paguedes las tenencias segunt que lo nos ordenaremos et que pongades vos y alcaldes é alguaciles por nos et por vos asi como en los otros logares de vuestro término, et que se judgue por aquel mismo fuero que vos auedes.

A este tiempo le habían asido dos alguaciles, y el licenciado Sarmiento inundaba con la luz de su linterna el semblante de Montiño, que estaba lívido, descompuesto, desencajado; el triste temblaba, gemía, no podía tenerse de pie, y si no se caía era por los dos alguaciles. ¡Me van á matar! dijo con el acento de angustia más épico, más terrible que ha oído nunca un alcalde de casa y corte.

Por fin un portero sacó del zaguán de la Alhóndiga una mula cubierta de fúnebre gualdrapa con dos redondos agujeros ribeteados de blanco a la altura de los ojos. Se produjo un movimiento general. Tres alguaciles montaron en sus caballos.

Aquellos hombres eran alguaciles y traían linternas. Doña Juana de Velasco, duquesa viuda de Gandía, era camarera mayor de la reina. La viudez ú otras causas que no son de este lugar, habían empalidecido su rostro y poblado, aunque ligeramente, de canas sus cabellos.

Los rosarios de mujeres, sobre todo, dieron origen á no pocos excesos, en los que más de una vez viéronse obligados á intervenir los alguaciles, pues como no todas las hijas de Eva que á ellos concurrían hacíanlo sólo por el rezo, y como con frecuencia los mozos de empuje se unían á la procesión con intenciones no muy piadosas, resultaban de aquí escenas poco edificantes.

Y volviendo a los demás, les dijo lo mismo, y que no convenía en aquel lance resistencia ninguna; que si fuera menester, el Engañado y él metieran a todos los alguaciles de Sevilla las cabras en el corral .

Vino luego un exército de frayles en filas de dos en dos, blancos, negros, pardos, calzados, descalzos, con barba, imberbes, con capilla puntiaguda, y sin capilla; iba luego el verdugo; y detras, en medio de alguaciles y duques, cerca de quarenta personas cubiertas con sacos donde habia llamas y diablos pintados.

A poca distancia le seguían sus alguaciles, y venía detrás una silla de manos. Guárdeos Dios dijo el alcalde á Quevedo parándose delante de él , ¿me conocéis? Hace mucho tiempo, por el servidor más ciego de la justicia. ¿Creéis que un alcalde de casa y corte puede prender á toda persona viviente en los reinos de su majestad y por su real mandato?