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Sus dos partes están ya unidas por hermosas calles, y todo anuncia allí la resurreccion y el progreso. La opulenta llanura que termina en Tarragona, entrecortada por suaves y bellas colinas, produce grandes valores en vinos, aceite, olivas, algarrobas, cáñamo, etc., que salen por los puertos de Tarragona y Salou.

Fuí costeando el rio por la banda mencionada, con buen camino, campo de pasto, poco ganado de hacienda, y abundancia de algarrobas en las cercanias del rio. Salí de la posta del Zanjon para la del Fraile Muerto, que dista 4 leguas al rumbo O 2° NO, y llegué al anochecer. Camino, campos, &c. lo mismo que por la mañana; con lo cual pasé allí aquella noche.

Y dijo: -Vuestra merced que es escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnífico y grande, como lo muestra este banquete, que si no ha venido aquí por arte de encantamento, parécelo, a lo menos; y no como yo, mezquino y malaventurado, que sólo traigo en mis alforjas un poco de queso, tan duro que pueden descalabrar con ello a un gigante, a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con las yerbas del campo.

De allí llegamos al monte llamado San Fernando, semejante al que llaman Bogemberg , y dimos con los indios Payaguás, á 12 leguas de Itatin: recibiéronnos de paz, aunque fingida como se conoció despues, llevándonos á sus casas, y nos regalaron con pescados, carnes, algarrobas, ó Pan de Juan; así estuvimos nueve dias.

Ya que no podías tener un tronco, carretela y berlina, como en otra época, vendiste un campo para comprar la galerita y el caballo y mantener a ese bigardón, hijo de la tía Quica, que os roba la cebada y las algarrobas.... que te fastidia oír todo esto, pero te lo digo para que sepas que no me chupo el dedo ni se me engaña fácilmente.... Nunca me he forjado la ilusión de convertirte.

Gritaba como un niño y al mismo tiempo se arrepentía, queriendo ahogar inútilmente sus gemidos. Era otro el que gritaba dentro de él; otro al que hasta entonces no había conocido, que tenía miedo y lloriqueaba, no calmándose hasta que bebía media docena de tazas de aquel brebaje ardiente de algarrobas e higos que en la cárcel llamaban café.

Tal vez le damos de almidon un cesto, Tal de algarrobas con que el vientre llena, Y no se estriñe, ni se va por esto. Sea, le respondi, muy norabuena, Tieso estoy de celebro por ahora, Vaguido alguno no me causa pena. La nuestra en esto universal señora, Digo la poesia verdadera, Que con Timbreo y con las musas mora,