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En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente, pero nunca le vino alguno a la memoria; mas, con todo esto, determinó que le llevase, con presupuesto de acomodarle de más honrada caballería en habiendo ocasión para ello, quitándole el caballo al primer descortés caballero que topase.

También se conservarían en todos los pueblos las escuelas de música y de danza, reduciéndolas a una misma, y en la misma conformidad que las de primeras letras, teniendo el maestro renta por la iglesia, y ayuda de costa por el pueblo, en los términos que se juzgase conveniente, y que a los muchachos de ambas escuelas les asistiese el pueblo con una comida cada día, y con algún socorro anual para su decencia, para que así los aplicasen los padres con voluntad a ellas.

¡Ca!... Eso es refinamiento de coquetería; que te empolvas el pelo, como las marquesas de la corte de Luis XV... Ya voy teniendo algún punto de contacto con ellas... exclamó riendo la marquesa . A lo menos, en lo añejo de la fecha.

Esta maligna insinuación de la Fleurota acababa de despertar en su espíritu una inquietud mal adormecida. Esta mujer, contemporánea de Miguelina, a la que había tratado sin duda con familiaridad, recibió tal vez algún día íntimas confidencias de la hostelera del Sol de Oro. Era mujer muy despierta y debía saber muchas cosas.

La fuerza del sol iba en aumento; las sombras de las acacias dibujaban ya enérgicamente en el suelo contornos muy negros, y por los jardinillos no pasaba sino algún transeúnte aguijoneado por la esperanza del almuerzo, o algún señor viejo arrastrando penosamente los pies sobre la arena.

El caso es que entre todos no nos dejarán hueso sano.... Por de pronto, yo me las guillo. ¿Quiere usted algo para aquellos vericuetos? Hombre... ¡qué lástima! ¡Ahora que íbamos a emprenderla con la pitillera, que es de otro! ¡Pch!... Si algún trabucazo no lo impide... a la vuelta. El conflicto religioso

Mis hermanas y mi novia me preguntan por ti todos los días. ¡Qué susto se han llevado! Iré mañana le respondí. Pero yo estaba muy lejos de esperar la orden militar e inapelable que por algún tiempo me desterrara de mi ciudad querida.

Tenía don Eugenio un amigo antiguo que todos los días visitaba la tienda, y por profesar a Melchor algún afecto, unía sus exhortaciones de hombre práctico a las del principal. De todos los individuos que formaban la tertulia de Las Tres Rosas, don Manuel Fora era el más considerado, a causa de su fortuna sólida y cuantiosa y de respeto que gozaba en el comercio.

Cualquiera que por experiencia en el servicio, ó porque con ojo observador en las ocurrencias de este suelo, haya visto ó tenido noticia, aunque superficial, de las escenas lastimosas que han teñido en sangre estas campañas de víctimas indefensas, sacrificadas por la ferocidad de este enemigo, asi en el tiempo llamado de paz como en el de guerra abierta, execrará la indolencia con que nuestros mayores han dejado correr los siglos, sin aplicar remedios oportunos á tan graves males, contentándose con indicarlos solamente, cuando las sangrientas incursiones se repetian; sin que estas indicaciones causasen otros efectos que los cáusticos aplicados al enfermo, que removiendo algun tanto al moribundo aletargado, al fin muere sacrificado del mal y de los cáusticos mismos, por su ineficacia.

Otras, sin embargo, era algún hombre sensible y piadoso, pero la presencia de sus compañeros no le permitía obrar con arreglo a sus ideas, y rechazaba con la boca lo que con el corazón otorgaba.