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Esto no tiene vuelta de hoja, Martínez... Los ingleses devoran, los alemanes zampan, los italianos comen, los españoles se alimentan; pero sólo los franceses gozan, y ahí está el quid, Martínez: en gozar, en gozar comiendo. ¿Me entiende usted?

Por mi parte, me quedé sólo con cincuenta para ocupar el Falkenstein. Hemos pasado por delante de las narices de los alemanes, que querían cortarnos la retirada. Afortunadamente, la noche estaba obscura; de lo contrario, no se hubiera salvado uno solo de nosotros. Esta es la situación en que nos hallamos; ¡todo se ha perdido!

Además, ¿qué obstáculos representaban para los alemanes el derecho y otras ficciones inventadas por los pueblos débiles para sostenerse en su miseria?... Tenían la fuerza, y la fuerza crea leyes nuevas. Si resultaban vencedores, la Historia no les pediría cuentas por lo que hubiesen hecho.

Al embarcarnos en el muelle de la ciudad, á bordo de un bonito vapor, comenzamos á navegar el lago de Constanza propiamente dicho, que los alemanes llaman Boden-See. En breve tuvimos á la vista el angosto golfo que se prolonga hácia el N.-E., haciendo un abra en el territorio de Báden, con el nombre particular de Uberlinger-See.

D. Álvaro de Sande. Había el Duque acordado de dejar al Maestre de campo Miguel de Barahona por gobernador del fuerte hasta que V. M. proveyese otra cosa, y que por aquel verano quedase en él 2.000 hombres, incluyéndose en este número los soldados y la demás gente necesaria, así para el servicio de la artillería y municiones, como para el de todas las cosas necesarias, y hobiese embarcado á los 10 de mayo toda la gente que había de venir en cristiandad, excepto alguna parte de los alemanes y muy italianos, que entre todos no habían 400 hombres, que con facilidad con dos barcadas con los esquifes de galera se embarcaron todos.

Y la carcajada del ruso sonó en el silencio de la noche como un tableteo. Nosotros somos más civilizados que los alemanes dijo cuando cesó de reír. Desnoyers, que le escuchaba con interés, hizo un movimiento de sorpresa y se dijo: «Este Tchernoff ha bebido algo

Los alemanes no podían vencer porque tenía pensado ofrecer a la Francia un sistema de cañones que daba al traste con todos los inventos que hasta ahora se habían realizado en materia de artillería. Era un cañón el suyo extraordinario, mejor dicho, maravilloso; un hombre lo podía subir a la montaña más alta. No será de hierro. No, señor. ¿De madera? Tampoco. ¿De papel? No, señor.

Pero ¿por qué andaban escasos de armas los alemanes? Pues simplemente porque los aliados les tomaron más de cuatro mil cañones desde el mes de julio. Supongamos que yo me lanzo con un cuchillo sobre el lector. El lector retrocede, para el golpe, y se pone a forcejear conmigo hasta que logra desarmarme.

Había que apoderarse de las ruinas de una refinería de azúcar enfrente de la trinchera. Los alemanes habían sido expulsados por el cañoneo francés. Era necesario un reconocimiento, guiado por un hombre seguro. Y los jefes habían designado, como siempre, al sargento Desnoyers. Al romper el día, el pelotón había avanzado cautelosamente, sin encontrar obstáculo.

Los escritores alemanes, que ántes de publicar obra alguna han estudiado mucho, que reciben una esmerada educacion literaria, que aprenden familiarmente tres ó cuatro lenguas, dedican todos los dias una especial atencion á nuestra rica literatura. Es necesario verlo para juzgar de la grande predileccion que los alemanes tienen por nuestra historia literaria.