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Todos los ojos brillaron con alegría cuando se anunció que la jaula les esperaba. Los últimos que ascendieron oyeron poco después de comenzar la ascensión un canto lejano que rápidamente se fué aproximando, sonó muy cerca de ellos como si cantaran a su lado y rápidamente también se alejó perdiéndose allá en el fondo sin que hubiesen visto a nadie. Fué de un efecto fantástico.

La charla viva, irónica, chispeante de Núñez empezó a causar secreta alegría a la gentil señora de Reynoso; su rostro serio comenzó a iluminarse y no tardó su linda boca en estallar en carcajadas ruidosas celebrando los donaires casi siempre maliciosos del pintor.

Su fisonomía, alterada, expresaba al mismo tiempo la pena del pasado lamentablemente perdido, y la loca alegría de un porvenir por tanto tiempo deseado y reconquistado por milagro. Roussel creyó que perdía la cabeza. Pero todo duró el espacio de un segundo.

Zarandilla se metió entre ellos, adivinándolos por el tacto, marchando a ciegas en la penumbra de la cuadra, acariciando a unos en los ijares, rascando a otros en la frente, llamándolos con nombres cariñosos y librándose por instinto de las patadas de impaciencia y de alegría que daban con sus cascos herrados. «¡Quieto, Brillante!» «¡No seas malo, Lucero!» Y pasaba, encorvándose, por debajo de los vientres para ir hasta el otro extremo de la cuadra, mientras el aperador explicaba a Salvatierra la valía de este tesoro.

¡Hermoso!... ¡muy hermoso! La duquesa mostraba una alegría infantil.

Y se arrojó sobre los penados, sobre el sargento y sobro la brea, Tragomer y Jacobo estaban fuera. ¡Apuntémonos dos bazas! dijo Cristián en un acceso de alegría. Ahora no tenemos tantas probabilidades en contra nuestra. Es preciso llegar á la playa para escondernos y esperar la chalupa para llegar á bordo. Volvieron la espalda al muelle y á la población y se dirigieron hacia el mar.

Graciana había jurado fidelidad, pero Alejandro, así que las señoras y el señor de Montifiori desaparecieron, comenzó a excitar poco a poco la imaginación de Graciana contándole las maravillas que aquella noche iban a hacer los «Tenorios» en el tablado de la Alegría. La mujer es un ser débil en todas las clases sociales. Graciana comenzó por resistir y Alejandro terminó por vencer.

Y otro día, en saliendo de casa, abro mi paraíso panal y tomo entre las manos y dientes un bodigo, y en dos credos le hice invisible, no se me olvidando el arca abierta. Y comienzo a barrer la casa con mucha alegría, paresciéndome con aquel remedio remediar dende en adelante la triste vida. Y así estuve con ello aquel día y otro gozoso.

Por la noche comuniqué a ésta la noticia; pero, en vez de recibirla con alegría, se me puso muy enojada. ¿Qué? ¿Un año todavía? ¿Y me lo cuentas con esa tranquilidad?... Ceferino, mira que te lo digo yo, ¡ no tienes corazón! ¡Oh Gloria! respondí, todo sofocado, llevándome la mano al pecho . No me digas eso. Aquí lo siento latir sólo por ti. Si dejases de amarme algún día, tengo la seguridad...

Las arpas y violines daban al ambiente un temblor patético y servían de fondo á las conversaciones, como los vagos murmullos de una orquesta oculta realzan en el teatro la salmodia de los versos melancólicos, arrancando lágrimas. Comieron con el apetito nervioso que proporciona la alegría.