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Pues veamos ahora como recibía la Ciudad á su Pendón Real, cuando regresaba victorioso de alguna expedición militar, con cuyo motivo desbordábanse el entusiasmo y alegría populares.

Piense, pues, cuál será su alegría, cuando le vea volver moribundo, cubierto de heridas y seguido de la multitud que gritará: «¡Es él, es el vencedor del gitano! ¡es el valeroso Santiago!» ¡Ah! hijo mío; si mi cargo no me obligase a permanecer a bordo... ¡muerte de mi vida! no tendría usted esa misión. ¡No, por Santiago! yo se la habría disputado.

Al poco tiempo, el mismo Pppsicología fue sorprendido por el inspector durmiendo la siesta con la cocinera, una mujerota fea y obesa hasta la monstruosidad, y enterado el coronel, los puso a ambos en la calle, con alegría general de los alumnos por lo que se refería a D. Benigno y con sentimiento en lo que tocaba a la cocinera, que era generosa y amable en sumo grado.

29 Vosotros tendréis canción, como en noche [en la cual] se celebra Pascua; y alegría de corazón, como el que va con flauta, para venir al Monte del SE

Pero se sentía solo: se notaba la amargura del aislamiento en su gesto ensimismado y triste, en la alegría momentánea que experimentaba al ver á su primo, el único que lograba ablandar su carácter huraño, excitando sus confidencias. El carruaje había dejado atrás la dársena de Axpe, llena de vapores que esperaban turno para la carga; de buques sin flete que dormían en las aguas muertas.

¡Bravo! me parece que es una buena alianza... Yo siempre había sentido interés por las tísicas... ¡Las mujeres que tosen...! Ya ve usted cómo el Cielo recompensa mi compasión. Doctor preguntó el conde , ¿ha hablado usted de las condiciones? , querido conde; las aceptan todas. La señora Chermidy lanzó un grito de alegría. ¡Negocio concluido! ¡Viva París, donde se compran las duquesas al contado!

Un destello de alegría brilló en los hermosos ojos de Magdalena y por sus descoloridos labios vagó una débil sonrisa al oír las palabras de su padre.

Añade que él fué el que indicó, ó más bien el primero que sacó á la escena los pensamientos y afectos más ocultos del alma, llevando al teatro personajes alegóricos con aplauso y general alegría de los espectadores, y que escribió en este período sobre veinte ó treinta comedias, que fueron representadas sin el acompañamiento de cohombros y otros frutos arrojadizos de la misma especie, pasando sin silbidos, gritos ni alborotos.

Es inútil decir que quedó contento de su introducción. Es encantadora me dijo, la sociedad. ¡Qué alegría! ¡Qué generosidad! ¡Ya tengo amigos, ya tengo amante!

Esta alegría sin saber por qué, estas bromitas de clerigalla, y usted dispense, esta tolerancia formal, puramente exterior, sin disimulos para tapar la boca a los profanos.