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Juanita repiqueteaba entonces estrepitosamente el aldabón de su puerta, y no bien la entreabría o su madre o la criada, se colaba ella, cerraba de golpe y casi daba a don Andrés con la puerta en los hocicos. Con estos lances, tratos y conversaciones, don Andrés se emberrenchinaba más cada día, y su circunspección iba desapareciendo.

Después de este diálogo, parte del cual mantuvieron por el camino de la estación a casa, y parte dentro del portal, fue cuando Quintanar se acercó a la puerta para coger el aldabón, y cuando Frígilis exclamó: Y ahora mucho cuidado; mira lo que vas a hacer.

Al hacer sonar el recio aldabón de la portalada se quedó asombrado y trémulo. ¿Qué iba a decir? ¿Por quién preguntaría? ¿Cómo estaba él allí, anhelante y resuelto, rendido de rodar por mares y tierras con desatinado afán?... ¿Con qué derecho llamaba en aquella puerta con aire tan firme y arrogante?...

La mujer, convencida de que el artista no llegaría á enterarse de los golpes del aldabón, desapareció en una revuelta del sendero. Poco después, su cabeza y el niño que llevaba en brazos surgieron sobre el filo de un muro. ¡Maestro! gritó . Un señor que le busca. ¡Una visita! Y volvió arreglándose las faldas, como si acabase de bajar de una escala de mano.

Pero confiesa, Tomás, que todo eso se dice mejor que se hace; y comprende que ese aldabón me inspire miedo, explícate la razón que tengo para tenerle el mismo asco que si fuera de hierro líquido.... Calló a esto Frígilis. Llegaban de la estación; estaban en el portal del caserón de los Ozores, que apenas alumbraba a pedazos el farol dorado pendiente del techo.

Se acercaron á la puerta, que tenía la forma de un arco, y estaba flanqueada á cada costado por una torre estrecha ó proyección del edificio, con ventanas de enrejado de alambre y postigos de madera. Levantando el aldabón de hierro, Ester dió un golpe al que respondió uno de los siervos del Gobernador, inglés de nacimiento y libre, pero que á la sazón era esclavo por siete años.

Pronto distinguió, sin embargo, el brillo de una luz lejana que se iba acercando gradualmente, y que le permitía reconocer allá un objeto, más acá otro, tales como la puerta arqueada de una casa, con aldabón de hierro, una bomba de agua, etc., que fijaban su atención, á pesar de que estaba firmemente convencido de que á medida que se aproximaba aquella luz, que pronto daría de lleno en su rostro, se iba también acercando el momento en que su suerte quedaría decidida y revelado el funesto secreto oculto por tanto tiempo.

A uno y otro lado, en cada una de las enjutas, un escudo esculpido alternaba en sus cuarteles los blasones de las principales familias avilesas: el pajarraco de los Aguilas, los roeles de los Blázques, la cabria y el mazo de los Bracamontes. Hermosos clavos tachonaban el maderaje de la puerta, y un cincelado aldabón, arrancado quizá de algún alcázar andaluz, colgaba del postigo.

Lo verá que se hace humo o que se hace aire.... Abre la ventana Don Juan Manuel, y el viento entra en la estancia con un aleteo tempestuoso que todo lo toca y lo estremece. Los relámpagos alumbran la plaza desierta, los cipreses que cabecean desesperados, y la figura de un marinero con sudeste y traje de aguas, que alza el aldabón de la puerta.

Acercóse á las calles inmediatas por ver si había gente en acecho, y no vió nada. Sólo en la calle de las Negras divisó algunas sombras lejanas, un pelotón de gente como de diez personas. También hacia el portillo de San Bernardino se movían algunos bultos. Creyó que no había que perder tiempo; llegóse á la puerta, y asiendo el aldabón, dió algunos golpes con mucha fuerza.