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Juanito Albares, como le llamaba amistosamente Perico, era duque, grande de España dos o tres veces, marqués y conde no cuántas; dato que es muy digno de ser tenido en cuenta por los biógrafos del elegante Gonzalvo. ¿Dónde tiene usted los ojos, hombre? exclamó Lucía con su franqueza castellana . ¡Valor se necesita para decir eso!, es hermosísima la sueca; en cualquier parte, emboba a la gente.

Brotó entonces del grupo de inglesas ese enérgico silbido que en todos los idiomas significa: «¡Silencio!: cállense ustedes, y oigan, o dejen oír siquieraLas españolas se dieron al codo, y prosiguieron impertérritas con sus cuchicheos. ¿No veis aquello? decía Lola Amézaga. ¿El qué... el qué... el qué? preguntaron todas. ¿Qué ha de ser?, Albares.

Pues aunque lo diga usted de guasa, de guasa, es la pura verdad... y Perico bajaba traidoramente la voz . Vale usted por diez suecas... y en tono más alto añadió si Juanito Albares no hiciese tanta majadería, maldito si nadie se acordaba, se acordaba de ella....

Albares es un tonto, forrado de lo mismo, que se muere por apariencias.... El caso es que todo el mundo en Vichy habla de ellos. Lucía se quedaba pensativa, fija la pupila en las canastillas de flores del parque, que parecían medallones de esmalte prendidos en una falda de raso verde.

Yo la miro poco contestó Pilar . No le doy ese plato de gusto. ¡Sólo adopta esos ademanes teatrales para llamar la atención! ¡Fresco se ha quedado Albares! exclamó Amalia . ¡Ella ni se enteró de que estaba ahí! Todas se volvieron a mirar hacia las vidrieras. Ya no se hallaba allí el duque. Ahora se habrá ido escapado a intentar verla en el Parque. ¿Vamos a convencernos?

¡El traje de la sueca que sería bonito... crema y heliotropo! ¡me gusta la combinación!... ¡Pero qué escándalo está dando con Albares... un hombre casado! Buena necesidad que tendrán los dos de las aguas.... Mujer, yo le decir a tu hermano que ella no le hace maldito el caso. ¡Bah!, no parece sino que no están dando un cuarto al pregonero desde que llegaron.