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Toledo, la antigua capital del imperio godo, con su maravillosa catedral y sus palacios suntuosos, que, á pesar de sus ruinas, excitan nuestra admiración; Burgos, cuna del Cid, con sus almenas y torres góticas; la rica Barcelona, no inferior á ninguna ciudad de Italia en sus magníficos edificios públicos y privados; la bella Valencia, recostada en su encantadora huerta, como una reina en un lecho de rosas; Córdoba, la antigua capital de los califas, la puerta de oro por donde se derramaron en el Occidente las artes y el lujo de Oriente; Granada, el castillo encantado y romántico, la Bagdad europea, envanecida con su Alhambra, Generalife y Albaicín y con su fértil vega, cercada de sierras, coronadas de nieve, como de riquísima diadema; Sevilla, en fin, el emporio de las riquezas de América, la primera plaza comercial de Europa, con sus muelles llenos de extranjeros de todas las naciones, y agobiada por el peso de tantas riquezas; con su gigantesca catedral, el templo más vasto del orbe; con la esbelta torre de la Giralda, que se destaca de las tranquilas aguas del Guadalquivir, eran las joyas más preciadas de la bella Península.

Por el siniestro lado se levantan edificios de magnífica traza, cortados por los fauces de las calles que bajan de lo más alto del Albaicín, y a la derecha mano, por su álveo profundo, copioso en invierno, nunca exhausto en el estío y siempre sonante y claro, viene el Darro ensortijándose por los anillos que le ofrecen los puentes pintorescos que lo coronan.

Pues bien: en las mujeres, esta especie de nostalgia hereditaria crea y fomenta los más quiméricos sinsabores, sin que ellas mismas se lo figuren, y yo apostaría cualquier cosa á que la síntesis de su pena es la siguiente: Echar de menos los gloriosos tiempos de la Conquista, en que el amor podía servir de corona al heroísmo, y envidiar simultáneamente la ventura de las Princesas árabes que conspiraban con los Caudillos cristianos en el Albaicín contra la corte de la Alhambra, y la felicidad de las ricas-hembras de Castilla que recorrían á caballo las vegas de Santafé y de la Zubia tras la hacanea de Isabel la Católica, escoltadas y servidas por la flor de la caballería cristiana y amenazadas de cautiverio por la flor de la caballería mora.....

Un curioso espectáculo me llamó la atención, al recorrer la ciudad hacia extramuros, en solicitud de la Cartuja, el Albaicin y el Monte-Santo. Me había prometido ver á los Gitanos en su barrio y contemplar sus extrañas danzas en medio de las ruinas de la Alhambra.

Los rios que se enlazan á sus puertas corriendo entre orillas cubiertas de álamos y flores, la Vega que se estiende á sus piés como una alfombra de verdura, la pintoresca sierra sobre cuyas blancas vertientes se destacan sus arboledas y sus muros, los cerros en cuyas cumbres estan sentados su Albaicin y su Alhambra ceñidos de torreones, sus angosturas del Darro donde canta el agua en el fondo del follage, su cielo oriental en que he llegado á descubrir con los ojos de la imaginacion el fantástico paraiso del Profeta, el gorgear de las aves en el seno de sus deliciosas enramadas, la dulce armonía de sus brisas perfumadas por el aliento que despiden sus cármenes floridos, los caprichosos reflejos del sol en las verdes faldas de sus colinas, la melancólica luz de la luna que cruza su horizonte entre coros de estrellas como una reina de hadas entre las vaporosas ninfas de sus lagunas y corrientes, hasta esas mismas noches tenebrosas en que apenas cabe distinguir la silhueta de sus viejos monumentos, han escitado en sensaciones que nunca habia tenido, sentimientos que no habian hecho palpitar nunca mi corazon gastado, ideas que no me hubiera atrevido á concebir ni aun al desbordarse á torrentes mi loca fantasía.

Que entre los moriscos de la Alpujarra y del Albaicin y el Imperio turco habian mediado tratos, era cosa indudable.

Decir que hay más morenas que rubias, fuera ocioso, tratándose de Andalucía; pero su moreno es esclarecido, como el de las legítimas venecianas. Sin embargo, en el Albaicín abunda un tipo hechicero y rarísimo en España: la mujer blanca como la nieve y con el pelo negro como el azabache..... ¿Serán descendientes de odaliscas circasianas de los últimos harenes moros?

Confieso que Juan López me hizo meditar bastante. Nada mas curioso que el renombrado Albaicin. Pero en las cimas de la loma la estructura cambia: allí ningún techo se destaca en el horizonte, de tal manera que si se mirase por detras y de lejos esa loma, no se creería que hay en ella una población.

El uno ostenta sobre sus lomas superpuestas la Alhambra y el Jeneralife; el otro, el mas occidental, le hace frente en línea paralela y da asiento sucesivamente á las capillas y el seminario del Monte Santo y al extraño barrio del Albaicin, poblado por familias de Gitanos.

Solo la historia es rica, por los tesoros del pasado. El fanatismo religioso, la incuria de los gobiernos y los pueblos, las malas instituciones y el tiempo han destruido mil primores y grandes cosas que el genio oriental habia atesorado en la preciosa Granada. La Alhambra. La vega de Granada. El Jeneralife. La Catedral. La Cartuja. El Albaicin. Los Gitanos en Granada.