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Los primeros, Joan del Aguila, se fué de armada; Zayas volvió con Villacis y un renegado que se decía Mamy, diciendo que el Bajá y D. Alvaro mandaban que toda la gente se entrase á puesta de sol en el castillo; que les diesen un moro que se llamaba Sayte y el hijo del jeque que habíamos traído de Sicilia para hacerle señor de la isla, con otros tres rehenes que habían dejado los alarbes que habían venido á servir.

El Duque le agradeció mucho el aviso y le mandó dar diez escudos. Dende á dos días sucedió la revuelta de quel moro había avisado, en el zoco, donde ellos se ajuntaban á vender el día de mercado. Fueron alarbes los que comenzaron, pero no ganaron nada. En ella murieron dellos más de 50, sin otros muchos que se tornaron en prisión.

En este tiempo vino al Visorrey un moro gervino y le dijo que venía de Trípol y que hacía saber que teniendo Dragut nueva cierta que la armada del turco era en viaje para venirle á socorrer y que la nuestra estaba para partir, había mandado llamar á él y á otros moros de la isla y dícholes que viniesen á los Gelves, encargándoles muy mucho que procurasen con los moros de la isla y alarbes, hacer alguna revuelta con los cristianos para entretenerlos que no partiesen tan presto, hasta que llegase su armada, certificando este moro al Visorrey que el armada sería allí dentro de ocho ó diez días; y cuando no hallase ser verdad lo que decía, se pondría en prisión con dos hijos que tenía, para que les cortasen las cabezas.

Teníamos la retirada marina á marina, llana y descubierta, y no era lejos del fuerte más de dos millas el lugar donde los turcos habían desembarcado, que era en los mismos pozos donde nosotros habíamos estado diez días, y teníamos más de 70 caballos, con los de la compañía, y los caballos que había dejado el Visorrey y otros caballeros, no teniéndolos los enemigos ni los de la isla caballos con que enojarnos, porque aún no eran llegados los caballos alarbes que esperaban; y si se dejó por entretener allí la armada, porque no fuese á hacer mal en Sicilia ó en el reino de Nápoles, el mejor entretenimiento fuera matarle la gente, de manera que no la pudiera echar en tierra, y tuviera harto que guardar sus galeras con los que llevaba.

Vista la poca gente que había, se determinaron en la ida de los Gelves, de Cabo Palos; escribieron al Bajá del Caruán, y enviaron un moro á Trípol por espía para saber la gente que tenía Dragut dentro y ver si se fortificaba. Diéronle tres escudos, y no volvió con la respuesta. También asoldaron unos jeques de alarbes para que viniesen á servir en los Gelves.

Pues cómo piensas ir? Por la marina, Que agora como es tiempo de verano, Los alarbes todos á la sierra Se retiran, buscando el fresco viento. Llevas algunas señas por do entiendas Qual es de Oran la deseada tierra?

En suma, no es posible descubrir en toda la cultura hispano-muslímica cosa alguna de valer que haya surgido en Arabia ó en Africa, entre alarbes y moros, y que desde allí haya venido á España.

Pelearon tan bien estos pocos caballos de alarbes y tan valerosamente, que vinieron entre los soldados hasta llegar á las propias trincheas que tenía por reparo la gente que alojaba fuera del fuerte, sin temer la arcabucería y artillería que se les disparaba dél.

Viendo que comenzaban á salir los nuestros á la escaramuza y retirábanse por alargarlos más, asegurándolos desta manera, cerraron con ellos de tropel más de 3.000 turcos y los caballos alarbes, que eran los que más daño hacían en los nuestros y mejor peleaban.

Estas pisadas no son De moro, por cierto, no, Cristiano las estampó, Que con la mesma intincion Debe de ir, que llevo yo. De alarbes las pisadas Son anchas y mal formadas, Porque es ancho su calzado, El nuestro mas escotado, Y ansi son diferenciadas. Yo seguro que no está Muy lexos de aqui escondido, Porque el rastro he ya perdido; Mas el sol alto va ya, Y yo mal apercibido.