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No tenemos su bandera, señor: desolado, completamente desolado... Yo le prometo que en el próximo viaje cuidaré de tenerla... Por el momento, si el señor quiere, hágame el honor de contentarse con esta otra... Al fin todos vamos a Buenos Aires.

Cuidóse, pues, el insigne sevillano de salvar de la destrucción preciados monumentos escultóricos que sirviesen de ornamento á su Palacio, y á Sevilla envió gran número de estátuas antiguas de Roma que le dió el Pontífice Pío V, las cuales, dice Zúñiga, se ven en el patio y jardin de su palacio, con otras muchas insignes antiguallas, entre ellas unas que se afirman ser las estátuas mutiladas de Pasquino y Marfrodio, tan mentadas de Roma, en que nunca faltará su memoria, y el sitio que ocuparon destinado á los libelos y Pasquines, no fáciles de hacer callar, ni al castigo ni al escarmiento.

Ella ya había distinguido entre todos al hombre del cual quería ser, pero no le había prometido nada y experimentaba una cierta alegría en tratarle como a los demás y en ocultarle su preferencia. Se divertía en hacerle dudar de su dicha, en llevarle de la esperanza al temor, en someterle todos los días a una prueba.

Está muy afligida, porque dice que le sucederá lo que al otro: olvidó el español y no aprendió el francés. Salimos á las nueve de la mañana. Mi mujer y yo nos vemos asaltados por esa melancolía indefinible, que no puede menos de experimentarse cuando se llega á una ciudad tan populosa.

El pueblo se aquietó por la benéfica y paternal mediacion del obispo, á quien tomó por su gobernador gritando mueras á su corregidor el vizconde de Peñaparda, que tuvo que refugiarse al convento de la Trinidad. Estuvo espuesto el Santísimo, y el cabildo eclesiástico veló algunas noches por la pública tranquilidad.

Más que , era al modo de sierpe de muchas cabezas que alcanzaba con la punta de la cola a muchas cosas y a muchas partes..., hasta las casas de Leticia y de Sagrario. Porque estas dos criaturas de tan buen estómago, en cuanto lo cataron en la de la marquesa pidieron el turno correspondiente; y no era cosa de que las desairaran aquellos hombres tan corteses y campechanos de suyo.

Por fin consiguió Carrascosa el objeto de sus afanes; la vizcaína se decidió á echar al poeta con todo su bagaje de Gracos, musas y ninfas clásicas. Pudo mucho en la conciencia de la jamona la opinión del vecindario, que se mostraba cada vez más explícito en cuanto á las supuestas relaciones entre la semidiosa y su cantor.

Con tener honores de puerta principal, la del Sur es la menos favorecida de fieles en días ordinarios, mañana y tarde. Casi todo el señorío entra por la del Norte, que más parece puerta excusada o familiar. Y no necesitaremos hacer estadística de los feligreses que acuden al sagrado culto por una parte y otra, porque tenemos un contador infalible: los pobres.

Se puede demostrar la relacion de la equivalencia de las superficies, prolongando la paralela opuesta á la base, y formando así un cuadrilátero del cual son partes los trapecios; para descubrir la igualdad de estos trapecios basta descomponer el cuadrilátero atendiendo á la igualdad de dos triángulos formados respectivamente cada uno por uno de los trapecios y un triángulo comun. ¿Añado con esto nada al concepto de cada trapecio? ; solo le comparo.

Los antiguos refieren que en su tiempo se podía reconocer muy bien al monstruo en los trozos de roca que de él quedaron; por puedo asegurar que todavía distinguí claramente la cabeza y á juzgar por ella el monstruo debió haber sido enorme. ¡Maravillosa, maravillosa leyenda! exclamó Ben Zayb, y se presta para un artículo.