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Cuando llegaba a sus manos un vestido ajeno, lo vendían a los traperos con aire señorial. En las noches de abundancia, la familia sentábase en torno de la sartén. La madre arrojaba los trozos de carne fresca en el aceite chirriante, y cada uno pinchaba con su navaja, con tanto apresuramiento, que por más que la mujer echaba y echaba, nunca se veía llena la sartén.

En 1633 y el día 15 de Julio ahorcaron y cortaron la mano derecha á un joven hijo del carnicero de los Abades, mozo de vida licenciosa y aficionado á lo ajeno y que, para su mal, cometió un sacrílego robo que produjo gran escándalo.

Su historia estaba escrita en lengua latina, francesa, alemana, toscana y castellana: esto fué prosa, ahora sale en verso; V. lo lea por mía, porque no es impresa en Sevilla, cuyos libreros, atendiendo á la ganancia, barajan los nombres de los poetas, y á unos dan sietes y á otros sotas; que hay hombres que por dinero no reparan en el honor ajeno, que á vueltas de sus mal impresos libros venden y compran: advirtiendo que está escrita en estilo español, no por la antigüedad griega y severidad latina; huyendo de las sombras, nuncios y coros, porque el gusto puede mudar los preceptos como el uso los trajes y el tiempo las costumbres.» ¿Se prohibiría acaso la representación, por que haya en ella alusiones al fin de D. Carlos?

Ignoraba que alma de su temple jamás hubiera perjudicado al ajeno en provecho del propio, mas quiso colocarse en tales condiciones, que hasta le fuesen imposibles la preferencia y la injusticia.

19 Cuando nos quebrantaste en el lugar de los dragones, y nos cubriste con sombra de muerte, 20 si nos hubiésemos olvidado del Nombre de nuestro Dios, o alzado nuestras manos a dios ajeno, 21 ¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón. 22 Antes por tu causa nos matan cada día; somos tenidos como ovejas para el degolladero. 23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor?

Mirándole á usted creo que los años pasados vuelven á pasar, pero en sentido inverso, y todo lo recuerdo poco á poco... Ese joven se llamaba Ricardo, y tal vez se habrá casado con aquella muchachita de la Pampa á la que le daban un nombre de flor. Estos recuerdos, los únicos que resurgían en su memoria vivos y bien determinados, le inspiraron la amarga tristeza que infunde el bien ajeno.

Don Quintín representaba la comedia por imposición y encargo ajeno; pero al mismo tiempo, le sonreía la perspectiva de aquella venganza que había imaginado; además, si lo de la empresa teatral fuese recurso cierto, ideado por don Juan para entenderse con Cristeta, también de esto sacaría él partido, procurando el ajuste de Carola.

Es verdad, señorito, es verdad... Tiene usted mucha razón... Hay mucha afición á lo ajeno en esta comarca... Pero, créame usted, señorito, el gobierno también tiene alguna... y no es precisamente á la fruta... El conde dirigió una sonrisa al clérigo. Desde la muerte del guardamontes, hace ya tres meses dijo D. Primitivo, no se ha oído hablar en este concejo de ninguna tropelía.

Permaneció unos instantes suspenso; pero, ante la mirada fija, imperiosa del Duque, bajó la cabeza y se dispuso a cumplimentar la orden. Llamó al perro, le ató con una cadena, y tomando la carabina, salió de casa. ¡Qué ajeno iba el pobre animal de que le llevaban al suplicio!

Pero Piscis no pudo librarle de ciertas bofetadas que recibió la tarde de aquel domingo; no por falta de voluntad en el centauro, sino porque hay cosas que no pueden ser... vamos, que no pueden ser. ¡Cuán ajeno estaba el gallardo mozo al retorcerse las guías del bigote frente al espejo y aliñarse las mejillas con un jaboncillo que se hacía traer de Madrid, que una hora después habían de ser tan fiera y cruelmente machacadas!