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Esa tarde pude admirar la hermosura de las muchachas más lindas de Villaverde. Sencillas, vestiditas modestamente, ajenas a las modas y a los figurines de París; modositas, tímidas, pacatas, tristes, como si a los quince años empezaran a envejecer; niñas grandes, que me parecían sin ilusiones ni esperanza, y para quienes el mundo se reducía a la silenciosa ciudad nativa.

Temblaba su voz, y por sus mejillas enjutas de vieja caían las lágrimas. Tía, usted es muy buena dijo Gabriel , pero debía preocuparse más de esa infeliz. Había que recogerla, que salvarla; traerla aquí.... Hay que ser misericordioso con las debilidades ajenas, y más aún cuando la víctima es carne nuestra. ¡Ay, hijo! ¿A quién se lo dices? Mil veces he pensado en esto, pero me da miedo tu hermano.

Son ajenas de este lugar las cuestiones filosóficas sobre la no interrupcion de la conciencia, esto es, si hay algun tiempo en que el alma no piense, y en que no tenga conciencia de propia: muchos filósofos creen que hay en efecto esta interrupcion, para lo cual se apoyan en la experiencia del sueño y de los accidentes de que volvemos sin ningun recuerdo; pero Leibnitz opina que el pensamiento nunca se extingue del todo, que nunca hay una falta absoluta de conciencia, que nuestro pensamiento es una luz que despide á veces muy poco resplandor, pero que nunca se apaga del todo.

Pero estos rompecabezas, que en tiempos pasados preocupaban algo a los vagos, amigos de averiguar vidas ajenas, ya, por ser de todos los momentos, han llegado a parecer cosa natural y corriente. Familiarizada la sociedad con su lepra, ya ni siquiera se rasca, porque ya no le escuece.

La que para dar el «» emplea mucha retórica, muchos requilorios, circunloquios y rodeos, mucha charla alambicada y sutil, es que en realidad no está verdaderamente enamorada. Acepta por causas ajenas al amor; porque es buen partido, porque quiere emparentar bien, etc., etc.

La Marquesa interpeló a Lacante, que se había limitado hasta entonces a aprobar sucesivamente todas las teorías con la benevolencia ligeramente irónica y con la sonriente indiferencia que opone generalmente a las opiniones ajenas en todo, lo que se refiere a las cuestiones de metafísica religiosa.

BERGANZA. Es, pues, el caso que el atambor, por tener con qué mostrar más sus chacorrerías, comenzó a enseñarme a bailar al son del atambor y a hacer otras monerías, tan ajenas de poder aprenderlas otro perro que no fuera yo, como las oirás cuando te las diga.

Yo, que lo , me enojé tanto, que salí allá diciendo que era mucha bellaquería y atrevimiento venir a gruñir a casas ajenas; y diciendo esto, envaséle a cada uno a puerta cerrada la espada por los pechos, y luego los acogotamos; y por que no se oyese el ruido que hacían, todos a la par dábamos grandísimo gritos como que cantábamos, y así espiraron en nuestras manos.

Es uno de ellos el de adivinar los pensamientos ajenos, y es otro el de sugestionar o infundir los pensamientos propios en las ajenas mentes sin valerme del auxilio de la palabra y del intermedio de los sentidos corporales. Os he escuchado y os he hablado por costumbre y rutina y para no faltar al uso corriente, pero sin hablar entiendo y me hago entender y así continuaremos nuestra conversación.

Cuando Belarmino leyó esta halagüeña proposición, se le atragantó la saliva; pero se repuso a seguida, sonriendo beatíficamente. Adoptaba la propia actitud de indiferencia filosófica hacia las opiniones ajenas, mientras él conservase la vida y el pensamiento, como hacia los dolores corporales, en habiéndose muerto.