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Pero no hagas tal, que no será razón que yo lleve la pena de la ajena culpa. Primero quiero saber qué es lo que vieron en los atrevidos y deshonestos ojos de Lotario que fuese causa de darle atrevimiento a descubrirme un tan mal deseo como es el que me ha descubierto, en desprecio de su amigo y en deshonra mía.

Cesaron casi en absoluto aquellos felices momentos de tiernas expansiones, dulces y amables como los placeres de los ángeles, cuyo recuerdo esparce por toda la vida, hasta por la del hombre más prosaico, una vaga y poética melancolía que ayuda a sufrir los contratiempos de la existencia y a contemplar sin envidia la felicidad ajena.

Ha prestado usted un servicio a la justicia. Sin usted, el asesinato habría quedado impune, o lo que es peor, un inocente habría pagado la culpa ajena. Había un culpable y el instinto que se lo advertía a usted no le engañaba: la única diferencia es que las acusaciones de usted contra el Príncipe han resultado infundadas.

Pero no hay que perder de vista que si la virtud depende de nuestras propias acciones, la honra depende de la opinión ajena. Pues ya tienes en favor tuyo la de las gentes honradas... ¿Qué más quieres?... Nada, nada más quiero replicó Jacobo . Por eso, en cuanto el padre Cifuentes me lo aconsejó, cesaron al punto mis dudas.

Todos nosotros, los jueces, los jurados, el fiscal, tenemos nuestras respectivas profesiones, y eso no nos impide el ser cristianos... Hizo una corta pausa, como si buscase palabras, y continuó: ¿Ha comprendido usted? Su oficio es una cosa por completo ajena a esta cuestión. Si usted practica los ritos de la religión cristiana, si frecuenta la iglesia... ¿Verdad que frecuenta la iglesia? No.

El conocimiento de la existencia de las cosas que es adquirido por nosotros mismos, sin intervencion ajena, proviene de los sentidos mediata ó inmediatamente: ó ellos nos presentan el objeto, ó de las impresiones que los mismos nos causan pasa el entendimiento á inferir la existencia de lo que no se hace sensible ó no lo es.

Así como a otras el amor propio les inspira la presunción, a la viuda de Jáuregui le infundía convicciones de superioridad intelectual y el deseo de dirigir la conducta ajena, resplandeciendo en el consejo y en todo lo que es práctico y gubernativo.

Entonces, en la conciencia propia, no solo conocemos sino que vemos la conciencia ajena: siendo á veces tan perfecta la semejanza, que adivinamos todo lo que se nos va á decir, desenvolviéndose en nuestro interior la misma serie de fenómenos que están verificándose en el espíritu, con quien nos hallamos en comunicacion.

2 Y tomó Jetro, suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después que él la envió, 3 y a sus dos hijos; el uno se llamaba Gersón, porque dijo: Peregrino he sido en tierra ajena; 5 Y Jetro el suegro de Moisés, con sus hijos y su mujer, llegó a Moisés en el desierto, donde tenía el campamento junto al monte de Dios;

Así es que yo siempre digo, el señor Haz-tu-gusto es el mejor marido y el solo a que deseo obedecer. Yo que no es agradable cuando se ha estado acostumbrado a vivir holgadamente y a cuidar los barriles de cerveza, así como otras cosas parecidas, el ir a meter las narices en casa ajena o sentarse sola a la mesa, delante de un cogote de carnero o de un jarrete de buey.