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Amaury se aproximó a él en cierto modo y le mostró algo mejor semblante, por lo cual el buen muchacho no sabía cómo demostrar su agradecimiento, pues en presencia de su antiguo compañero parecía un culpable necesitado de ajena indulgencia: le oía con respetuosa y afectada atención, aprobando en silencio cuanto Amaury le contaba.

Y de nuevo, la voz ajena y sosegada que solía susurrar en el fondo de su conciencia, le habló de esta manera: Abandona la brega de los hombres. No hay vida más heroica, más fuerte, vida más vida que la de aquel que, desnudándose por entero del vano ropaje mundanal, sigue la senda de Cristo Nuestro Señor.

Su expresión habitual era soñadora y triste: algunas veces tenía un modo de dirigir una mirada ligera, de soslayo, sobre alguna persona que no le observaba a él, y, con una mirada tranquila y fija, parecía que mentalmente estaba midiendo el calibre de la persona que estaba ajena de ello. ¡Qué ojos tan tremendos tiene el señor Poe! me dijo una señora.

Allí, bajo el imperio de una voluntad ajena, vigilado constantemente para que no pudiera procurarme el veneno, llegaría forzosamente a descocainizarme. ¿Sabe usted lo que pasó? Que yo, conjuntamente con el heroísmo para entregarme a la tortura, llevaba bien escondido en el bolsillo un frasquito con cocaína... Ahora calcule usted lo que es pasión.

Hay casos en que el testimonio de la propia conciencia es, para el hombre de honor, suficiente: ¡Pero hombre... de honor!... ¡Si me decías hace un momento que, aunque la virtud depende de nuestras propias acciones, la honra depende de la opinión ajena!...

Quien en el trato ordinario no respeta la hacienda ajena, ¿creeis que procederá con pureza cuando maneje el erario de la nacion? El hombre de mala fe, sin convicciones de ninguna clase, sin religion, sin moral, ¿creeis que será consecuente en los principios políticos que aparenta profesar, y que en sus palabras y promesas puede descansar tranquilo el gobierno que se vale de sus servicios?

Quiere decir que es usted de la hermandad de los bobos añadió una moza que frontera a D. Paco estaba . Con su voz de matraca no nos deja oír los escursos. Haya paz, señores exclamó un tercero y silencio. Aquí no se viene a lamentarse de que los asnos no puedan entrar en la heredad ajena. El asno será él.

Hay en mi alma, que no está aún sazonada para los austeros goces del sacrificio, arranques impetuosos de juventud y desesperación. Mi vida consagrada y sacrificada sin reserva á otra vida más débil y querida, no me pertenece: no tiene porvenir, está en un claustro, encerrada para siempre. Mi corazón no debe latir, mi cabeza no debe pensar sino por cuenta ajena. En fin, que Elena sea dichosa.

Debajo del corredor emparrado de la casa del capitán se guarecen. Era ya cerca del amanecer. Al verse en su parroquia, tan próxima á su casa, se le dilata el pecho á Demetria y se le suelta la lengua. ¡Qué ajena estaría su madre de la sorpresa que iba á darle! ¡Cómo dormirían los pobrecitos de sus hermanos! Era necesario aguardar allí á que rayase el alba para no darles un susto.

Viendo las ceremonias del culto, que en otros tiempos le conmovían, sentía impulsos de protesta, deseos de gritar a sacerdotes y acólitos que se retirasen, pues su tiempo había pasado, la fe había muerto, y únicamente por rutina y por miedo a la opinión ajena volvía la gente a aquellos lugares que antes llenaba de la mañana a la noche el fervor religioso.