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En la orilla opuesta de aquélla a la que Poldy se había acercado, se alzaba un obscuro y ruinoso torreón. Todo el terreno que circundaba la laguna era húmedo y vicioso. Las emanaciones palúdicas habían ahuyentado las aves de aquel sitio. Las aves no le alegraban con sus trinos y gorjeos como hacían en otros lugares del mismo bosque.

El Santo Rey los había ahuyentado á todos. Hecho el reconocimiento, bajaba, si bien marchitas las esperanzas, inmutables, firmes y lozanos los bríos. Poco á poco observaron los sitiadores aminorarse el número de los que le acompañaban, hasta que le vieron subir solo. Siguió impertérrito en su inspección diaria que hacía descolorido, caído de fuerzas, pero siempre entero de ánimo. Un día no subió.

A lo que respondió don Quijote: -Caballero soy, y de la profesión que decís; y, aunque en mi alma tienen su propio asiento las tristezas, las desgracias y las desventuras, no por eso se ha ahuyentado della la compasión que tengo de las ajenas desdichas.

El halcon Coreixí que vino de Damasco ahuyentado por la negra bandera de los Beni Abbas, plegó sus alas en la perfumada orilla del Guadalquivir; descansa de su largo y rápido vuelo en la bendecida tierra del Andalús, donde es el mejor rebato, y donde hay promesas del Annabí de que un dia de pelea en ella es mas ensalzado y meritorio que dos años en cualquier otra frontera . Ábransele de par en par las puertas del Eden, pues verdaderamente edificó en la Genna al fundar esta gran mezquita en el pais donde contarán de él y de su posteridad los convertidos rumíes: mandóseles que nos combatiesen hasta que dijéramos «no hay mas Dios que Allah,» y cuando esto dijimos ganamos por su medio esperanza y hacienda.

Jacob no había combatido más que una noche, mientras que yo llevo ocho días con sus noches luchando contra la muerte. »Todo volvía entonces a ser materia de duda, y yo descendía de nuevo abatido por el desaliento al abismo de la desesperación, al ver que el enemigo ahuyentado un instante reanudaba el combate con más encarnizamiento que nunca.

¿Y no le habéis ahuyentado por no espantar la caza? bien hecho; por lo mismo dejaréle yo allí: pero entrémonos en este zaguán. Entrémonos. ¿Y estáis seguro de que don Rodrigo Calderón está ahí dentro, y si está de que saldrá por ahí? No lo estoy, pero espero. Vais haciéndoos á las costumbres de los enamorados tontos, que se pasan la vida en esperar á bulto. Por más que hagáis... No os curo. No.

Ella, que sólo pensaba en Watson y estaba nerviosa por la presencia del hombre que lo había ahuyentado, hizo un leve gesto revelador de que la noticia no le interesaba. Luego procuró disimular su indiferencia, diciendo: No encuentro extraordinaria la proposición. Si yo fuese hombre, haría lo mismo que él.

Suspiró la bella indiana, porque se la representó que aquella tranquilidad de sueño no convenía, como ella hubiese querido, con las congojas y con la inquietud, de ella no conocidas hasta entonces, que de sus ojos habían ahuyentado el sueño; y acordándose de que le había encontrado dormido antes, cuando fue a sacarle del cuarto en que le había encerrado para ir a hablar con el familiar del Santo Oficio, se la apretó el corazón, y sobresaltose su vanidad, y fue necesario que se acordase de las amorosas razones y de las encendidas miradas de su amado, para que en alguna manera se la endulzase el amargor que en su alma había sentido.

El muchacho siguió a su antigua novia. Estaba como si acabase de despertar y todavía no hubiera ahuyentado la modorra del sueño. Aún le zumbaba en los oídos el eco lejano de la extraña sinfonía. En el jardín estaban las jóvenes, muy alborozadas, en torno de Rafael y su amigo Roberto, que acababa de llegar.