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Pues la cocinera prefiere a éste, que no va con buen fin, y no al otro, que quiere casarse de veras. Y es inútil que yo la diga nada. En cambio, tenemos una chinita a quien le gusta mucho el laborioso y ahorrativo, pero éste está entusiasmado con la cocinera y no hace caso de la chinita.

Allí, con su buen carácter, mucha paciencia y grande aplicación, fue haciéndose lugar y acrecentando su peculio, gastando menos según iba ganando más; hasta que a los quince años de droguero y a los veintiocho de edad, creyéndose bastante rico y por otros motivos que se sabrán, su amo le cedió la droguería con unas condiciones que, sin dejar de ser buenas para el cedente, eran un filón de plata para el ahorrativo e inteligente castellano.

Aquí hay amores, odios, despechos, celos, ambiciones, vanidades, todo ello en cuatro ranchos, lo mismo que en las ciudades. Tenemos dos puesteros que andan detrás de la cocinera; uno de ellos es ahorrativo y laborioso; el otro es un perdulario que, «vuelta a vuelta» está en la pulpería, muy guitarrero y cantor.

Trabajador, eso , como una mula de carga, y ahorrativo como una hormiga; Rocchio no perdía un minuto de su día comercial, ni gastaba un centavo más de su cuenta del mes, que él estiraba cual si fuera de goma elástica, a fin de cubrir sus escasas necesidades, porque él aseguraba venirle la sábana corta para sus piernas tan largas.

Este pase o dislocación se había realizado natural y legítimamente. Don Acisclo no tenía culpa ninguna de que el marqués hubiese sido despilfarrado y perdulario; y más que por culpa podía y debía contarse por mérito que él fuese ingenioso, ahorrativo y aprovechadísimo. Siempre se condujo con la mayor lealtad en la administración. El marqués de Villafría habitaba en Madrid, donde gastaba mucho.

Era teniente cuando en la Piedad, allá por 18..., un asturiano llamado José Cañete y Puertas, hombre ahorrativo y económico, amigo de las monedas como un judío, y más deseoso de hacer fortuna que de llegar a conquistar fama de santo y verse un día adorado en pintarrajeada efigie por creyentes masculinos y femeninos.

-Así es la verdad, señor -respondió una de las doce-, que no tenemos hacienda para mondarnos; y así, hemos tomado algunas de nosotras por remedio ahorrativo de usar de unos pegotes o parches pegajosos, y aplicándolos a los rostros, y tirando de golpe, quedamos rasas y lisas como fondo de mortero de piedra; que, puesto que hay en Candaya mujeres que andan de casa en casa a quitar el vello y a pulir las cejas y hacer otros menjurjes tocantes a mujeres, nosotras las dueñas de mi señora por jamás quisimos admitirlas, porque las más oliscan a terceras, habiendo dejado de ser primas; y si por el señor don Quijote no somos remediadas, con barbas nos llevarán a la sepultura.