United States or Ghana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Demasiado que te ahogas en un plato de agua.

Llaman a la verja del parque... Probablemente es el chico de telégrafos, que avisa desde fuera... Se decide por fin a abrir; una dama, con un velo muy tupido, penetra vivamente en el recibimiento. LINE. ¡Espera...! ¡En primer lugar, me ahogas...! ¡Y, además, me metes el velo en la boca...! ¡Deja que me quite el sombrero...! LIONEL. ¡Alivia..., alivia...!

No, hija, has acudido tarde... ¡Te he estado metiendo la indulgencia por los ojos, sin que la quisieras ver, y ahora que te ahogas, vienes a ...! ¡Ay!, no puedo, no puedo. Y sin decir más, se fue a la cocina, pensando que toda severidad era poco contra aquella mujer, y que convenía aterrorizarla, a ver si se sometía al fin de una manera absoluta. Pronto se hizo de noche.

¡Es Rafael! exclamó admirada, Rafaelito... ¿y has venido con este tiempo? ¿Y si te ahogas? ¿qué diría tu madre?... ¡Qué locura, Señor! Pero no era locura, y si lo era resultaba muy dulce. Se lo decían a Rafael aquellos ojos claros, luminosos, con reflejos de oro, que le acariciaron con su contacto aterciopelado tantas veces como osó levantar la vista.

La suerte de ellas era que lo tomaban a broma. «Jacinta, ponme un pañuelo de seda en la garganta... Chica, no aprietes tanto que me ahogas... Quita, quita, no sabes. Mamá, ponme el pañuelo... No, quitádmelo; ninguna de las dos sabe liar un pañuelo. ¡Pero qué gente más inútil!». Pasa un ratito. «Mamá, ¿ha venido La Correspondencia?». No, hijo. No te desabrigues. Mete estos brazos.