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¿Y ya no escribe usted? le pregunté. ¡Ah, no!... Eso se acabó. Por otra parte, desde que no tengo nada que hacer, puedo decir que no me queda tiempo para nada. En cuanto a mi hijo, he aquí lo que pienso acerca de él.

«Cuidado que hoy tarda más que nunca» observó doña Lupe; y como notase en el rostro de su sobrino señales de desasosiego, se apresuró a entablar conversación más amena. «Todo el día me he estado acordando de lo que hablamos anoche. ¡Ah!, si fueras otro, si tuvieras ambición, pronto seríamos todos ricos. El farmacéutico que no hace dinero en estos tiempos es porque tiene vocación de pobre.

A falta de otros méritos decían de él los de la casa: «Ese es de los pocos que vienen aquí de verdad». Su nombre no figuraba gran cosa en el extracto de las sesiones, pero no había empleado, periodista o tertuliano de la clase de caídos que al ver el apellido de Brull invariablemente en la lista de todas las comisiones que se formaban, no dijera «¡Ah! : Brull el de Alcira».

Temo que me haya comprendido mal, o mejor dicho, que no me haya comprendido. , señor conde; le he comprendido perfectamente dijo Amaury. Y salió, saludando por segunda vez y haciendo con la mano un ademán para indicar que no había que agregar una palabra a lo que habían hablado. Cuando subía al cupé pensaba casi en voz alta: ¡Ah, miserable Felipe!

652 Al fin la misericordia de Dios nos quiso amparar; es preciso soportar los trabajos con constancia: alcanzamos a una estancia después de tanto penar. 653 ¡Ah! mesmo me despedí de mi infeliz compañera: "Me voy", le dije, "ande quiera, aunque me agarre el Gobierno, pues, infierno por infierno prefiero el de la frontera."

¡Ah! ¿sois vos, acaso?... , señor, yo soy. ¡Ah! pues comprendo, y como nada tengo que hacer aquí, me voy. Guárdeos Dios, señora. Hidalgo, hasta la vista. Ni Dorotea ni Juan Montiño contestaron al sargento mayor, que salió. Durante algún tiempo, Dorotea miró frente á frente y ceñuda á Juan Montiño. Yo creí que me engañábais dijo con acento concentrado. ¡Que os engañaba!

Maldito lo que eso importa. Joven o no, me basto y me sobro para el caso dijo con burlona risa. ¿Cómo está su prisionero? ¿El Rey? Su prisionero, digo. ¡Ah, ! Había olvidado los deseos de Vuestra Majestad. Pues el preso vive todavía. Dejó su asiento, le imité y sonriéndose dijo: ¿Y qué tal la bella Princesa?

Nos parecemos mucho, don Francisco; yo soy deforme y vos lo sois también, aunque menos; vos lloráis riendo, y yo río rabiando; vos os mostráis contento con lo que sois, y queréis ser lo que ninguno se ha atrevido á pensar; yo llevo con la risa en los labios mi botarga y siempre alegre sacudo mis cascabeles, y si pudiera convertirme en basilisco, mataría con los ojos á más de uno de los que me llaman por mucho favor loco... ¡Ah! ¡ah! ¡ah! yo, estruendo y chacota del alcázar, llevo conmigo un veneno mortal, como vos en vuestras sátiras regocijadas ocultáis el veneno de un millón de víboras; sois licenciado y poeta y esgrimidor, y aun muchas cosas más.

El mancebo de los pantalones cortos, tan pronto como se acercó la niña, habíase retirado majestuosamente, proyectando con su nariz en las paredes una sombra gigantesca. ¡Ah! ¿Una habitación? Venga usted conmigo... Felicia, Felicia, ven a recoger la maleta de este caballero... Por aquí...

De todos modos, soy bien miserable al deciros tales cosas; siempre hay tiempo para aprender. ¿Por qué me lo decís? preguntó Juana, que durante aquel extraño discurso había recobrado alguna calma. ¿Acaso lo yo? dijo la señora de Hermany . ¡Ah! ¡gracias a Dios ya llueve!