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Pocos, muy pocos, de los más vivaces, de los más aguerridos, de los más crueles, procrean á semejanza nuestra. Hales impuesto la Naturaleza el peligro de darse un abrazo; abrazo terrible y sospechoso. Por sabrosas que puedan ser sus carnes á sus propios ojos, híncanse sus sierras y sus mortíferos colmillos.

Gracias respondieron con marcada displicencia. No tenemos sed ahora. Entonces Quino comprendió que el asunto se ponía serio. Echó una mirada en torno. Vió que de Villoria había acudido poca gente: de los altos, ninguna: de Canzana mismo faltaban los más aguerridos. Y sintió cierto malestar muy explicable, que nadie por supuesto confundirá con el miedo.

La clase de filosofía que contaba con un par de estos alumnos que sacase la cara por ella, ya se creía capaz de hacer frente á la pandilla de Cuco, el del muelle de las Naos, ó al rebaño de mozos más aguerridos de Monte.

El capitan D. Agustin Gamarra fué comisionado para esta empresa; y habiendo llegado á vencer en todos los encuentros á los patriotas, tan inferiores en número, tan poco aguerridos, y desprovistos enteramente de armas, se aprestaba para la toma de Aten, que debia coronar su triunfo.

Habían muerto casi todos los estudiantes, y los demás, aguerridos guías acostumbrados a las retiradas honrosas, no eran capaces de combatir con el mismo entusiasmo. Comenzaron, pues, a retirarse lentamente, y, por último, con mayor prisa.

Sería inconcebible el cómo se dejó vencer un ejército como el que mandaba La Madrid en Tucumán, con jefes tan valientes y soldados tan aguerridos, si causas morales y preocupaciones antiestratégicas no viniesen a dar la solución de tan extraño enigma.

A la sazón Teruel era plaza de armas en la empresa que el rey D. Jaime quería hacer contra los moros de Valencia; había diez banderas de soldados y corporaciones eclesiásticas; componíase su población de aquellos soldados ilustres y aguerridos que, haciéndose superiores a los peligros y fatigas de la guerra, habían sabido levantar, según digimos antes, las murallas y fortalezas de la ciudad, contrarestando los continuos ataques de numerosos ejércitos moriscos.

Los dos aguerridos capitanes Roberto Nolles y Hugo Calverley no habían regresado de la expedición á Navarra que el príncipe les encomendara, lo cual privó á los justadores ingleses de dos de sus mejores lanzas.

Alli donde se presentaban, desalentados por sus estériles esfuerzos los antiguos dominadores de Venezuela, cedian el campo á los ya aguerridos soldados de la libertad. El 3 de Agosto capituló Morales bajo las mas generosas condiciones de los republicanos, que haciéndolo asi se coronaban de gloria; y doce dias despues se hacia á la vela aquel memorable general con rumbo á la isla de Cuba.

Al primer toque de clarín acudieron presurosos los arqueros blancos, cargados de botín, y el barón no ocultó una sonrisa de satisfacción al recorrer con su penetrante mirada las filas de aquellos aguerridos soldados. Pocos jefes podían enorgullecerse de mandar una fuerza tan temible y tan marcial como aquella.