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No bien me aparté de él con su capa, cuando ordena el diablo que dos que lo aguardaban para cintarearlo por una mujercilla, entendiendo por la capa que yo era don Diego, levantan y empiezan una lluvia de espaldarazos sobre . Yo di voces, y en ellas y la cara conocieron que no era yo. Huyeron y yo quedéme en la calle con los cintarazos.

No eran por entonces sólo el hambre o la sed los peligros que le aguardaban en el desierto aquel, que un tigre cebado andaba hacía un año siguiendo los rastros de los viajeros, y pasaban ya de ocho los que habían sido víctimas de su predilección por la carne humana.

Una explosión de gritos y aplausos saludó el automóvil en el que llegaba Nélida con su hermano y Ojeda. Los padres, que habían sido de los primeros en regresar al buque, aguardaban impacientes. Pero el señor Kasper cortó con una acogida cariñosa la belicosidad de su cónyuge, irritada por esta tardanza. Juntos admiraron el pajarraco rojo y verde que sostenía Nélida en una mano.

Creo aún ver aquel magnífico comedor, de anchas losas, paramentos de encina, la sopa de peces humeante en medio, la puerta completamente abierta al blanco terrado, y los resplandores del Poniente que lo inundaban de luz... Allí me aguardaban siempre, para sentarse a la mesa, los torreros.

Miróse el pueblo montañés en tal espejo, y no sólo vió admirablemente reproducida su propia imagen, sino realzada y transfigurada por obra del arte, y se encontró más poético de lo que nunca había imaginado, y le pareció más hermosa y más rica de armonías y de ocultos tesoros la naturaleza que cariñosamente le envolvía, y aprendió que en sus repuestos valles, y en la casa de su vecino, y en las arenas de su playa, había ignorados dramas, los cuales sólo aguardaban que viniera tan soberano intérprete de la realidad humana a sacarlos a las tablas y exponerlos a la contemplación de la muchedumbre.

Las piezas de armadura para los hombres de armas y la mayor parte de las espadas, hachas y lanzas aguardaban á los soldados de Morel en Burdeos, donde podían procurarse mejores y mucho menos costosas que en Inglaterra; mas no así los grandes arcos de combate, en cuyo material y buena construcción los armeros ingleses superaban á todos los demás.

No se escandalizaba, pero poníase triste pensando en su mujer y en los chiquillos que le aguardaban en Sevilla. Todos los defectos y corrupciones del mundo eran para él producto de la falta de instrucción. De seguro que aquellas pobres mujeres no sabían leer ni escribir.

Ahora que estaba convencido de la ridiculez de su aspecto, abiertos como alas los faldones del levitón é incesantemente repelidos por unas piernas incansables. «Quince pasos...» Y clavó la segunda espada. Por su gusto, hubiese ido hasta el otro extremo del descampado; tal vez hasta donde aguardaban los automóviles. Luego consideró con turbación el terreno medido.

Aquella noche se metió fuego á las dos galeras por tener menos que guardar, y para lo que después sucedió, fuera mejor quemarlas todas, por quitar desinios que nadie se fuese á favorescer en ellas, y porque hiciera más servicio en el fuerte la gente que se ocupaba en guardarlas, y por estar ya los turcos tan cerca del fuerte, que no se podía entrar ni salir á ellas sin gran riesgo, y así mataban cada día los más de los que les llevaban agua y de comer, tanto que no se osaba ya ir de día á proveerlas; y viendo los turcos que iban de noche, aguardaban á un barcón que estaba cerca dellas, al paso, y allí prendieron muchos en veces, así de los que iban á llevar la provisión, como de los que entraban y salían de guarda.

PABLO Verlaine tenía una sed fatal, una sed monstruosa y suicida, y bebió hasta la muerte. Tal vez oía la voz de una sirena fabulosa en el fondo glauco del ajenjo. El ruiseñor protervo iba al café D'Harcourt y bebía, bebía... Las cuartillas aguardaban en una carpeta, junto al tintero feo, mezquino, de fosforero de café.