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Las gentes del sol le insultaban con bramar de cuernos y toques de cencerro cuando se demoraba en dar muerte a los toros, clavándoles medias estocadas que no llegaban a hacer doblar las patas a la fiera. En Madrid, el público «le aguardaba de uña», como él decía.

Carlos me aguardaba; yo corría a él llena de alegría y de satisfacción; sintiéndome dichosa al presente y esperándolo ser en el porvenir; pero quedé sorprendida al ver la tristeza que revelaba su semblante. ¿Qué podía él en aquella ocasión temer o esperar? ¡Yo estaba libre!

»Antes que él saliera de la admiración de verme allí, y eso que lo sospechaba por el carruaje que aguardaba en la calle, comencé yo a darle cuenta, en voz muy baja y con el mayor laconismo que pude, de todo lo que le interesaba saber sobre lo que ocurría en mi casa y en la suya. ¡Pobre chico! ¡Qué rato le di y qué horas le preparé! «Pero ¿por dónde se supo? ¿Qué mano ha escrito esoLa misma pregunta que arriba; la misma que me hacía yo. ¿Y quién podía indagarlo mejor que él?

La parte alta, donde está el castillo y la antigua iglesia, se hallaba aquel día muy solitaria. Juanita oró largo rato en el templo, casi desierto. Al salir de él tuvo la desagradable sorpresa de encontrarse con don Andrés, que la había espiado, que la había visto subir, que la había seguido, y que la aguardaba a la puerta. Grandes fueron la desazón y el sobresalto de la muchacha.

Los embajadores volvieron á Sicilia, y hallaron á Roger en Licata donde aguardaba su vuelta, y sabido el buen despacho que traian se fué luego á ver con el Rey, á darle razon del honroso acogimiento que Andronico hizo á sus Embajadores y cuan largo andaba en ofrecerles mercedes.

La duquesa de Bara no había encontrado todavía ocasión oportuna de hacer el análisis crítico de la solemnidad religioso política a que había asistido horas antes, y hasta la señora de López Moreno, reina destronada de Matapuerca, habíase olvidado por un momento de la honra insigne que al día siguiente la aguardaba.

Ya aguardaba yo impaciente la fecha del 1.º de abril cuando la víspera me escribió mi excelente tío, el mismo que me ha dejado veinte mil francos de renta, invitándome a pasar el día siguiente, que era festivo, en su quinta de Enghien.

Y eso por ti... ¡por ti, que te portas peor que una gitana! ¡por ti, veleta!... Exaltándose a impulsos de su ira, hablaba de la tristeza de Rafael, del gesto lloroso con que había implorado su auxilio, de la angustia con que aguardaba el resultado de su mediación. Pero no pudo hablar más.

Elena concluyó por impacientarse y dar puntapiés a su marido por debajo de la mesa. Pero otra desazón más grave la aguardaba. Fue a beber el burdeos y estaba frío. La consternación se pintó en su rostro. ¿Cómo no ha templado usted el vino, Inocencio? Dispense la señora, pero se lo he encargado a la Dolores y había quedado en hacerlo respondió confuso el criado. A ver, llamar a la Dolores.

Manteniendo su rumbo a Levante la armada de la Liga, dejando atrás la Fosa de San Juan, llegó el 26 de Setiembre a Corfú, de donde zarpó el 28. Aguardaba en el golfo de Lepanto la escuadra del turco.