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Al día siguiente y á la hora de la siesta mandó el Asistente con gran prisa llamar al canónigo á su casa, el cual montó en su mula, como era costumbre, y con sus criados fué muy orondo á ver lo que se le ofrecía á su señoría, bien ageno, por cierto, de la sorpresa que le aguardaba.

Un instante no más fue lo que tardó D. Jaime en aparecer a la puerta del saloncito que doña Manolita había dejado abierta. No tuvo D. Jaime que hablar palabra para obtener el permiso de entrar en el saloncito. Ella le aguardaba; ella le vio venir y le recibió sin cumplimientos ni ceremonia. Doña Manolita se quedó fuera y D. Jaime entró solo.

Que te iga quién es, o que se lo yeven los demonios. ¡Mardita sea la suerte!... ¿Es que no podrá uno dormir?... El Nacional escuchó esta contestación al través de la puerta del cuarto de su maestro, y la transmitió a un peón del cortijo que aguardaba en la escalera. Que te iga quién es. Sin eso, el amo no se levanta. Eran las ocho.

Debía reflexionar, ver con claridad las cosas. ¡Qué disparate! ¡partir abandonando a su Rafael! Nunca: era imposible. Leonora sonreía con tristeza. Aguardaba aquellas protestas. También ella había sufrido mucho, mucho, antes de decidirse a adoptar tal resolución.

Y la capa observó el Conde; la olvida usted, y hará frío. No lo creo. En efecto rectificó la tía, tocando la mano de Judit, está abrasando. ¿Será que tienes fiebre? Convendría que no salieras. No, tía se apresuró a contestar la joven; nunca me he sentido mejor. El cupé aguardaba a la puerta; subieron a él y atravesaron los bulevares, juntos, en pleno día.

Gallardo, obligado al descanso por el mal tiempo, aguardaba impaciente la segunda corrida, con el propósito de realizar grandes hazañas. Le dolía mucho la herida abierta en su amor propio por las burlas de los enemigos. Si volvía a provincias con la mala fama de un fracaso en Madrid, era hombre perdido.

El sacerdote podía aconsejar; el hombre no sabía formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en vano, mirándole cada instante con más cariño, hermosa, inmóvil, sin explicarse en su mejor amigo la obstinación de aquel silencio. Dejó entonces caer la cabeza sobre el pecho, miró al cura reconviniéndole dulcemente, y le dijo: «Voy a hablar con mamá

El día era bueno para la pesca. Iban a coger mucho.» Y cuando Febrer parecía inquieto contemplando el mar amenazador, le explicaba el viejo que al abrigo de la parte opuesta del Vedrá encontrarían aguas tranquilas. Otras veces, en mañanas esplendorosas, aguardaba Febrer inútilmente la llamada del viejo. Pasaban las horas.

Echamos una última mirada en torno del cuarto, y sobre el taburete donde Magdalena se había sentado, después de lo cual nos dirigimos al camino para ocupar con lentitud nuestros asientos en la diligencia que nos aguardaba.

Desta última razón de don Quijote tomó barruntos el caminante de que don Quijote debía de ser algún mentecato, y aguardaba que con otras lo confirmase; pero, antes que se divertiesen en otros razonamientos, don Quijote le rogó le dijese quién era, pues él le había dado parte de su condición y de su vida.