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¿Y las de usted? le dijo a él Nieves viendo cómo le chorreaba el agua por las perneras abajo , ¿ son ropas mojadas? Las mías respondió Leto, no hacen daño donde están ahora: somos antiguos y buenos amigos el agua salada y yo... Además, ya están casi secas y acabarán de secarse al aire libre, adonde voy a ponerlas enseguida con el permiso de usted.

¡Llevábamos treinta y tres días de navegación, y escasamente habíamos andado 23°. Para estar á la vista de Guaján, nos restaba unas 120 millas. Los víveres iban escaseando, y el agua había que refrescarla constantemente con la que se recogía de los aguaceros, tan comunes en aquellas latitudes.

Pero estaba allí el comendador Príamo, demonio de la guerra, insensible al agua y al fuego, duro, malicioso y despreciador de la fatiga, que contuvo el empuje enemigo con un puñado de sus caballeros. Españoles y alemanes se rehicieron, y los turcos se replegaron, perseguidos por los sitiadores, hasta las mismas murallas de Argel.

¡Cha: currela, que sinela er jambo! «¡Oye: trabaja, que mira el amo!» Y cada uno se entregaba a su faena, con tal ardor, con esfuerzos tan cómicos, que muchas veces Rafael no podía contener la risa. Había cerrado la noche. La lluvia caía como polvo de agua, sobre los guijarros del patio.

La grande tiene tres brazas de agua, casi en toda su extension: de modo que los buques pueden fondear en este brazo del Colorado con la mayor seguridad.

Dividen el nacimiento en una multitud de pequeños regueros, con objeto de esparcir la vida sobre la mayor extensión posible, y trazan á todas estas pequeñas venas de agua el camino más recto hacia las plantaciones y los cultivos.

Pero, aunque las calzo, no las ensucio; cuanto más, que los escuderos de los caballeros andantes, casi de ordinario beben agua, porque siempre andan por florestas, selvas y prados, montañas y riscos, sin hallar una misericordia de vino, si dan por ella un ojo.

La espuma, al caer sobre la cubierta, convertíase en agua, corriendo en ondulante lámina por las pendientes del entarimado y escurriéndose luego por las canaletas. Estas rociadas incesantes llegaban hasta el balconaje, empañando los vidrios con el goteo de sus lágrimas. Brillaba como metal la madera del combés y del castillo de proa bajo la continua inundación.

Las damas que, habiendo empaquetado sus mejores vestidos y tocados en cartones, se arriesgaban a vadear los arroyos en tiempos de lluvia y nieve, sentadas a la turca sobre cojines y llevando su preciosa carga cuando no se sabía hasta dónde llegaría el agua , no es de suponer que contaran con que les esperaba un placer efímero.

El marquesado allí se había deshecho como la sal en el agua, merced a la malicia de un viejecillo, miembro del maldiciente triunvirato, a quien correspondía, por su acerada y prodigiosa memoria y años innumerables, el ramo de averiguación y esclarecimiento de añejos sucedidos, así como al más joven, que conocemos ya, tocaban las investigaciones de actualidad, viniendo a ser cronista el uno y analista el otro de la metrópoli.