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Era la Marquesita, que desde el balcón del ganadero de cerdos, indignábase contra aquella gentuza, antipática por su ordinariez, que osaba amenazar a las personas decentes. Sólo unos pocos levantaron la cabeza: Los demás siguieron adelante, insensibles a la ridícula agresión, deseando llegar cuanto antes al encuentro de los amigos.

Cuando estuvo otra vez en su embarcación notó que los muelles se iban cubriendo de pigmeos. Eran soldados vestidos con vistosos uniformes y que avanzaban denodadamente. Los que tenían arcos disparaban, pero sus flechas caían mucho antes de llegar adonde estaba el gigante, lo que hizo sonreir á éste despectivamente, no queriendo responder á la agresión.

Esta agresión sin peligro parecía resucitar en su alma las almas indignadas de cien abuelos mediterráneos, tal vez piratas y crueles, pero que habían buscado al enemigo frente á frente, con el pecho desnudo, el hacha en la mano y el arpón de abordaje como únicos medios de pelea.

Indudablemente era Pimentó el autor de la agresión, el que impedía que los campos fuesen cultivados, y la Guardia civil prendió al jaque de la huerta, llevándolo á la cárcel. Pero cuando llegó el momento de las declaraciones, todo el distrito desfiló ante el juez afirmando la inocencia de Pimentó, sin que á aquellos rústicos socarrones se les pudiera arrancar una palabra contradictoria.

Abren camino por los bosques los neófitos para pasar á las tierras de los Quiriquicas II 15 Abrese nuevo camino por las cordilleras de los Chiriguanás II 241 Admíranse los Misioneros al ver los trabajos y abnegación de los indios Chiquitos recién convertidos al cristianismo I 135 Agresión á los Misioneros por los indios Tobas y Mocovíes II 232 Alevosía de los indios Tobas y Mocovíes II 132

Tuvimos bastante con Napoleón: no hay que repetir la aventura. Vamos á batirnos por nuestra seguridad y al mismo tiempo por la seguridad del mundo, por la vida de los pueblos débiles. Si fuese una guerra de agresión, de vanidad, de conquista, nos acordaríamos de nuestro antimilitarismo. Pero es de defensa, y los gobernantes no tienen culpa de ello.

Nos pondrémos de parte de España en este caso, porque cuando un hecho particular quiere absorber á otro hecho particular, no podemos menos de declararnos á favor de aquel que recibe la agresion injusta, especialmente cuando este hecho corre unido al amor y a la veneracion que nos merecen las cenizas de nuestros padres, Antes que cuestion de país, es cuestion de verdad.

No hay nada que desconcierte tanto a un galanteador de damas, sobre todo cuando tiene pretensiones a sus favores como un pequeño incidente de esa especie. Juana de Maurescamp, que era tan sagaz como cualquier otra, y aun más, no, pudo dejar de reírse del contraste que ofrecía el señor de Monthélin con su expresión amable y la inquietud manifiesta que le causaba la agresión de Toby.

El presidente le hizo las preguntas de la ley, en tono respetuoso y hasta galante. Respondió con notable claridad y precisión. ¿Es cierto le preguntó el presidente que ha sido usted objeto de una agresión maliciosa y escandalosa por parte del procesado? , señor. Relate usted lo ocurrido en la forma que usted crea más oportuna, sin separarse de la verdad.

Consejero formaba excepción. Tenía peor genio que él. En el de D. Martín había mucho de afectado y profesional: el de aquél era puro y nativo. Pero su avanzada edad, su debilidad física y sus achaques le ponían a cubierto de cualquier brutal agresión por parte de su amigo.