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El anciano sostenía una violenta lucha consigo mismo. ¿Debía acaso revelar el secreto de la vida de Olga como había ya vendido el de su muerte? ¿Pero no se trataba de una buena acción en este caso? ¿No se trataba de libertar a aquel a quien ella había amado sobre todo de las torturas en que se agitaba, ya fueran producidas por una loca idea o por una secreta conciencia de su responsabilidad?

El silencio de la joven, el creciente desconsuelo de sus miradas, el temblor de sus manos, la ansiedad que agitaba su seno, demostraban más y más al magistrado que había tocado la nota precisa; que verdaderamente Zakunine se había sentido otra vez presa del amor de la Condesa, que la nihilista había sufrido de los celos, que allí era necesario encontrar la razón del misterio.

Esto tiene para cualquiera el hechizo de la paz. Para doña Luz aún tenía mayor hechizo. Cuanto agitaba su mente con pensamientos, o su voluntad con deseos o pasiones, era extraño al mundo que la rodeaba: procedía de un mundo ideal, donde no hay espacio ni tiempo.

Mas por poco que sus nervios se excitasen o se viese contrariada en sus pensamientos y deseos, el fondo de altivez, de obstinación y aun crueldad que su alma guardaba, subía a la superficie y agitaba sus ojos azules con relámpagos de feroz sarcasmo o de cólera.

Pasando de un ventanal a otro para ver mejor la llegada de las olas, Ojeda se encontró al lado de Mina. La rubia cabeza de Karl, que se agitaba con sonoras risas a cada golpe de mar, le hizo fijarse en la mujer que estaba detrás sosteniéndolo entre sus brazos. Como si le avisase el magnetismo de una mirada fija en sus espaldas, la madre volvió la cabeza, palideciendo al reconocer a Fernando.

Ahora volvía a ver con intensa emoción aquella casa y marchaba hacia ella, no sin vacilaciones; con cierto temor que no podía explicarse y que agitaba su diafragma, oprimiéndole los pulmones. Pasaban los hortelanos junto al diputado, cediéndole el borde del camino, y él contestaba distraídamente a su saludo. Todos ellos se encargarían de contar dónde le habían visto.

Encima de mi cabeza la vela se agitaba furiosa, como loca; las garruchas chirriaban, el mar se cortaba debajo de la punta aguda de lespolón, y cuchicheaba y parecía entretenerse en contar algo. A veces, la ola entraba sobre cubierta y me calaba por completo.

Algo blanco, encuadrado por una ventanilla, se agitaba en su obscuro interior. La luz de un farol de gas arrancó de este bulto un reflejo irisado, un fulgor de piedras preciosas.

El excesivo amor de este grande hombre por la causa que tan constante y noblemente habia defendido, el vivo deseo que le agitaba de consolidar su grande obra, le hizo cometer un error, perdonable bajo este punto de vista.

Su aspecto externo era el de un hombre que ha tenido contacto con gente respetable, pero era sólo un barniz superficial, pues cuando perdía la calma y se agitaba, demostraba que era tan rudo como el tosco hombre de mar que tan repentinamente había expirado.